viernes
7 y 9
7 y 9
En el libro que Juan Manuel Ospina presentó la semana pasada (2019, Economía para no economistas), se puede reconocer la formación del autor en la más pura tradición de las doctrinas económicas, de forma tal que hace recordar la época cuando se leían en los pregrados autores clásicos como Adam Smith, David Ricardo, Marx e incluso Keynes y los pos-keynesianos.
Ospina hace un recuento de las ideas de esos autores clásicos y de otros más cercanos en el siglo XX, que dieron origen con sus aportes a lo que es la teoría económica moderna (marginalistas, walrasianos, Hayek), con su desarrollo impresionante en varias áreas. En ese recuento me sorprende ver relegado en un anexo a Wicksell, de la escuela de Estocolmo, quien escribía al comenzar el siglo XX, con planteamientos que dejaron su huella en la macroeconomía moderna.
Una de las importantes preguntas que deja el libro de Ospina se refiere a las enseñanzas de la crisis financiera de 2007. Hoy hay un consenso acerca de las limitaciones de la teoría macroeconómica en relación con el problema de la estabilidad financiera. Esa falencia hizo que la gran mayoría de la profesión ignorara las señales que se estaban produciendo y que si se hubieran tenido en cuenta hubieran podido prevenir el choque global del desplome del mercado de las hipotecas riesgosas en Estados Unidos.
El enfoque del pensamiento económico permite seguir la traza a esa vaguedad de la macroeconomía desde sus orígenes. El planteamiento de Keynes fue el que se impuso en los años treinta del siglo pasado, en un periodo especialmente rico de la discusión teórica que algunos han llamado el de la “gran teoría”, y que fue simplificado en la llamada síntesis neoclásica-keynesiana. En esa versión, la macroeconomía se divorció de la preocupación por la estabilidad financiera y la separación dejó su impronta en la discusión posterior.
En efecto, los desarrollos ulteriores del pensamiento macroeconómico como la llamada escuela de los nuevos clásicos (Lucas), sus herederos de los ciclos reales de negocios (Prescott, entre otros) o la más reciente nueva síntesis de los neo-keynesianos (Woodford y otros) conservaron esa huella, lo que les impidió ver lo que estaba sucediendo en la esfera financiera.
La respuesta al vacío de la teoría está en marcha. Se ha reivindicado el trabajo de autores como Hyman Minsky, hasta ahora considerado marginal pero que, con su preocupación por la fragilidad financiera intrínseca a la marcha normal de la economía, dejó pistas muy valiosas. En ese orden de ideas, se ha valorizado el enfoque del economista Claudio Borio del Bank for International Settlements, que propone un análisis del ciclo financiero asociado con el endeudamiento y el portafolio de los agentes.
Ospina, nos recuerda las preguntas y enseñanzas de los grandes economistas. Su aproximación a la economía desde las escuelas ofrece una mirada distinta. El libro es fruto de una clase de historia del pensamiento económico en la Universidad Externado, y logra una síntesis de la obra de autores muy diferentes y comprender el contexto en que escriben. Una lectura indispensable, que suscita la reflexión sobre la importancia de la formación en la historia de las ideas de las nuevas generaciones, que permite mejorar sus competencias para orientar los debates y proponer mejores soluciones de política pública .
