El sábado 25 de julio, publicó este diario un editorial que nos tiene que preocupar. El tema, la justicia y las altas cortes, el sistema para nombrarlas, las ternas de las cuales se deben escoger los magistrados por parte del Senado de la República.
Como ingeniero, y con la experiencia de los años, que son muchos, no entiendo qué pasa con nuestro sistema judicial. Hasta el punto, que añoro cuando nos llamaban como jurados de conciencia. Cuando los casos se resolvían inmediatamente después de escuchar la decisión de ese grupo de ciudadanos imparciales. Ahora se toman años para resolver el caso más trivial.
Creo que Colombia es el único país del mundo con varias clases de justicia: existe la justicia penal militar para asuntos del servicio, en la que creo. Existe la justicia ordinaria que me deja muchas dudas. Pero, además, tenemos la justicia indígena, que no permite la intervención de los jueces ordinarios y sancionan con azotes y hasta con golpes de garrote. Existe la justicia de los grupos subversivos que resuelven los casos a bala. Recordemos los diputados del Valle. Y lo peor, el invento de Juanpa –como le gusta que le digamos– la Justicia Especial para la Paz (JEP), que ha servido para complicar las cosas, hasta el punto de que, por competencias mal entendidas, dejan escapar a “Santrich” y no resuelven este y otros casos.
En el editorial que comento, se trata el tema del retiro del magistrado de la Corte Constitucional, Luis Guillermo Guerrero, excelente magistrado, que termina su período y que cumplía su labor con sensatez y algo tan importante en un magistrado como es el decoro y la imparcialidad. Ya el Consejo de Estado presentó su terna centralista para reemplazarlo: Falta que el presidente Duque presente la suya, que seguramente, como ocurre siempre, será criticada por los que se oponen a ternas que se ajusten a su concepción del Estado y estén, los ternados, de acuerdo con las necesidades de esa concepción. Es que hay antecedentes de presiones, visitas a parlamentarios y dádivas en especie o burocracia para torcer las conciencias de senadores.
Transcribo apartes del comentario de este diario sobre la renuncia inesperada de otro magistrado, el jurista Carlos Bernal Pulido, que aumenta mi preocupación: “fue ternado en ese momento por el presidente Juan Manuel Santos, elegido por el Senado con amplia votación de la coalición de ese gobierno, para luego ser vilipendiado también por quienes lo consideraron “traidor” a la causa de la paz, cuando se atrevió a votar según su conciencia, los mandatos de la Constitución y sus propios principios jurídicos”.
Sigue el editorial asustándome. Dice en otro aparte: “en 2017 se eligió una magistrada bajo la amenaza expresada públicamente por un senador oficialista de que si no la eligen a ella “las Farc se pararían de la mesa de negociaciones”. Otro magistrado “fue asesor de esos diálogos de La Habana y luego, como magistrado, ha emitido, sin declararse impedido, sentencias favorables al desarrollo normativo de lo allí definido”.
Me asusta que la justicia esté en tal situación, que los buenos magistrados tengan que renunciar porque su conciencia no les permite esas malas compañías.