“Agradar cuando se recaudan impuestos y ser sabio cuando se ama, son virtudes que no han sido concedidas a los hombres”. Edmund Burke
El político y filósofo Edmund Burke describió bien algunos efectos de los impuestos y el enamoramiento. Rechazo de los primeros y embrutecimiento de lo segundo.
Sin duda que son fenómenos muy diferentes pues la reacción natural a los impuestos es que “son muy buenos, pero no para mí”; en cambio al enamorarse se piensa que “ella está buenísima, ojalá sea toda para mí”. Los impuestos son “inevitables como la muerte”, en cambio enamorarse es “supuestamente voluntario, aunque a veces implique la muerte”. Los casados saben de qué hablo.
Es sabido que “los humanos tienen una postura “inherentemente anti-impuestos” y hasta están dispuestos a gastar dinero para evadirlos. Su aversión a las “pérdidas” los hace verlos como la donación involuntaria de un órgano o la pérdida de un ser querido, y por ello deberían ser otros más ricos que ellos, los que lo hicieran, incluso en proporciones más altas. Por eso un saldo tributario a favor es mejor noticia que el nacimiento del primer hijo.
Pero, así como unos preferirían limpiar el inodoro de otro, no faltan quienes por un sentimiento loable de solidaridad, desarrollan una correlación positiva entre moral tributaria y felicidad, llegando al punto que pagar impuestos les produce un aumento de la activación en el estriado ventral del cerebro en donde se procesan las recompensas con efectos hedónicos.
El enamoramiento, que pareciera ser lo mejor del mundo, conlleva peligros ocultos, pues genera efectos químicos que producen trastornos graves para el cerebro. Se reducen los niveles de serotonina, característica de los trastornos obsesivos compulsivos, y la reducción de la actividad del cortex frontal conlleva a que los enamorados nieguen la existencia de los aspectos negativos de su pareja, y por eso empiezan a ver “divina” la barriga de su amado y a sus ronquidos como arrullos acompasados. Por culpa del aumento de la oxitocina y la vasopresina, hasta llegan a considerar que la monogamia es lo ideal. ¿Qué tal el envenenamiento?
Sicólogos y neurólogos también han descubierto, o mejor comprobado, que el enamoramiento afecta el control cognitivo, que es lo que supuestamente nos hace más humanos, afectando la capacidad de focalización y concentración, los niveles de razonamiento y resolución de problemas. A los médicos cirujanos, rabinos que hacen las circuncisiones y a los desactivadores de bombas les debería estar prohibido enamorarse.
Afortunadamente, así como la adolescencia, el enamoramiento arrollador es una fase transitoria de demencia que da paso a un periodo menos intenso y sosegado, aunque en algunos casos lastimosamente se parece más a “la calma chicha” de los navegantes que hace que se varen en el mar por falta de viento y olas.
Pero con todo lo malo que pueda tener, el enamoramiento es una sensación mejor que lo que se siente al hacer fila para pagar el impuesto de renta.