Síguenos en:
Manuela Zárate
Columnista

Manuela Zárate

Publicado

El abrazo en familia

Por manuela zárate

@manuelazarate

Crecí en una familia grande. De allí que la época de navidades siempre fuera una temporada de eventos sucesivos. El intercambio de regalos de los primos, la cena de Navidad en la que había que apretujar los puestos porque no cabíamos todos. Todo el mundo hablando a la vez. Fotos y fotos. La Navidad significaba familia, pero nunca pensé que algún día tendría que reformular el concepto de estas fechas. Uno daba por sentado que siempre estarían ahí los seres queridos. Año tras año.

Esta es la cuarta Navidad que paso sin mi familia. Aunque el año pasado mis papás vinieron para estas fechas, nos hicieron falta mis hermanas y mis sobrinos. Más allá de eso a final de año mi papá se enfermó de neumonía doble, lo que con ochenta y ocho años no era poca cosa. El primero de enero tuvimos que ir a la emergencia. Mi papá es un coloso y se recuperó como un campeón. Cuando estuvo suficientemente bien para tomar el vuelo de regreso a casa sentí algo demasiado extraño. El alivio de saber que estaba bien con la tristeza de que me dejaban. Esto de alejarse de la familia es una desgarradura que lo lleva a uno a experimentar emociones que no se han definido todavía.

En comparación con otros venezolanos que han emigrado lo he tenido fácil. He conocido más de un caso de padres que se han ido dejando a sus hijos. Saben que están en Venezuela, donde a pesar de que ahora pareciera haber una burbuja de estabilidad las condiciones de vida siguen siendo difíciles. Ni hablar de la incertidumbre a futuro, cosa que para los padres es aterradora. La meta de un padre es educar a sus hijos para vivir, no para sobrevivir. La diferencia es demoledora y por eso tantos hacen ese enorme sacrificio. Yo tengo a mis hijos conmigo y no puedo imaginar el dolor de una separación de tantos kilómetros de distancia. Eso de dejarlos sin tener una fecha para volverse a ver.

No tengo una fecha de reencuentro con mis padres y hermanas. Es una herida. Un miedo. En estas fechas miro a mi alrededor a la gente reuniéndose con sus primos, con sus tíos, arreglándose para una celebración ruidosa y alegre. Me provoca detenerlos y decirles que aprovechen el momento. Que abracen duro. Que miren a los ojos. Que dejen pasar las pequeñas imperfecciones. Que si fulano siempre llega tarde. Que si el otro es muy egoísta. Al final esas cosas le roban calidad al momento, pero a la larga uno olvida el drama y recuerda la calidez de ese concepto abstracto que le da base a nuestra identidad, que nos define desde nuestros gestos hasta nuestra forma de vivir la vida: el hogar.

Estas navidades abracé a mis hijos y me decidí a vivirlos con la mayor intensidad posible. A la larga espero que el recuerdo de estos días les dispare el amor como el recuerdo de mi familia me lo dispara a mí. Creo que no hay mayor regalo. No hay mayor bendición que el abrazo en familia. Si la tienes cerca no desperdicies ni un momento. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Porque entre varios ojos vemos más, queremos construir una mejor web para ustedes. Los invitamos a reportar errores de contenido, ortografía, puntuación y otras que consideren pertinentes. (*)

 
Título del artículo
 
¿CUÁL ES EL ERROR?*
 
¿CÓMO LO ESCRIBIRÍA USTED?
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO

Datos extra, información confidencial y pistas para avanzar en nuestras investigaciones. Usted puede hacer parte de la construcción de nuestro contenido. Los invitamos a ampliar la información de este tema.

 
Título del artículo
 
RESERVAMOS LA IDENTIDAD DE NUESTRAS FUENTES *
 
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Teléfono
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO
LOS CAMPOS MARCADOS CON * SON OBLIGATORIOS
Otros Columnistas