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Querido Gabriel,
“Es fascinante que, como especie y como cultura, seamos brillantes imaginando nuestra extinción, nuestro fin. Hacemos películas sobre cómo seremos destruidos por zombis, bombas nucleares, enfermedades, robots, extraterrestres o pequeños gremlins. (...) pero ¿dónde están las historias sobre cómo cambiar las cosas, resolver el problema?”, dice Rob Hopkins, al comienzo del documental Demain (Mañana), una esperanzadora reflexión ante las crisis de contaminación, consumismo y el aumento de la temperatura global. ¿Hablamos sobre cambio climático y ecología? ¿Imaginamos las historias y acciones que salvarán la biósfera y, por ende, la etnósfera, como llama Wade Davis a las culturas humanas?
Gracias a Piti, conocí a Martín Von Hildebrand, el abuelo jaguar o Yai Fakiaká, como le dirían por el río Mirití. Un hombre que inspira con su visión del universo y con esa dulce fuerza con la que ha liderado la protección de la tercera parte del territorio colombiano vía resguardos y parques nacionales. Este ser incansable, luego de cincuenta años trabajando con los indígenas y por sus territorios, propone ahora que los países amazónicos protejamos la conexión entre los Andes, el bioma del Amazonas y el Océano Atlántico. Lo llama, a partir del mito local de la creación del mundo y con la poesía que tienen siempre los grandes sueños: “El camino de la anaconda”. Comparte sus enseñanzas con generosidad para que cada uno haga lo suyo, como él dice, “desde su banquito”.
¿Podremos aprender que no nos entregaron la tierra para dominarla y dejar de ubicar al ser humano por encima del resto de la creación? “Libertad es comprender las leyes de la naturaleza y vivir de acuerdo con ellas”, dice, mientras observa con sus ojos azules las aguas del río Caquetá. Cuando estaba convenciendo a los indígenas de la importancia de los resguardos, para tener títulos inalienables sobre las tierras de sus ancestros, les decía: “¡La tierra es de ustedes!” y ellos respondían: “No, es de los pájaros, es de los árboles, la tierra no es nuestra”. “En sus pensamientos y prácticas (los indígenas de la Amazonia), se vuelven uno con el aire, el agua, la vegetación y los animales. Reconocen que sus cuerpos y su vida son interdependientes con la selva”.
Este hombre sabio tampoco piensa, como algunos, que el planeta estaría mejor sin los humanos. “Somos aquella especie que vino a celebrar el universo, esa es nuestra función fundamental”. ¿Será que nuestra trascendencia subyace en esa mezcla de contemplación y meditación que solo ofrece el mundo natural? “Espiritualidad es igual a naturaleza”, sentencia. “Miramos hacia el Oriente cuando buscamos la sabiduría, mientras la tenemos tan cerca”. ¿Será que el intercambio cultural más urgente para los colombianos urbanos es con los Yakuna, los Tanimuka, los Matapí, y sus demás hermanos?
Debemos actuar de inmediato, desde todos los espacios y perspectivas. El punto de no retorno para la destrucción del planeta parece estar muy cerca. “No sabemos cuál será el punto de quiebre donde la Amazonia se desequilibre”, afirma Martín. Lo mismo aplica para la Tierra entera, y obvio, para nuestro asfixiado valle. Para inspirar esa conversación te propongo este cuentico del Abuelo Jaguar:
“Fui a saludar a los árboles y les pregunté: ¿ustedes qué hacen? - Nosotros producimos el aire, el agua, cuidamos infinidad de pájaros ¿y usted qué hace? - ...No fui capaz de responder”.
* Director de Comfama
