Amar es una decisión. Esta afirmación es una constatación, no una definición. Toda acción que yo realizo es una decisión mía sin importar la razón que me llevó a decidir: la convicción, la generosidad, la cobardía o la admiración.
Las conquistas de la ciencia y la técnica del siglo XXI son cada vez más asombrosas. Sin embargo, el amor constituye su máximo desafío, en el cual se encuentran casi analfabetas, pues casi todo el mundo supone que es amar, sin saber a qué se refiere. Decir, por ejemplo, que el amor es un sentimiento, dice mucho y no dice nada, pues no sabemos qué lo distingue de los demás.
Jesús de Nazaret nos da la clave de lo que es el amor al afirmar: “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10,30). Según esta afirmación, amor es unidad de dos. Yo me amo en la medida en que hago unidad conmigo mismo, cultivando sentimientos que me hacen bien, como paz, alegría, confianza, fortaleza, generosidad.
Para San Pablo, “el amor es paciente, es afable, el amor no tiene envidia, no se jacta, ni se engríe, no es grosero, ni busca lo suyo, no lleva cuentas del mal. El amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta” (1 Cor. 13, 4-7). El camino más excelente es el amor, termina diciendo San Pablo.
¿Qué proyecto tiene cada uno para amarse a sí mismo, para amar a los demás, para amar el mundo en que vive y para amar a Dios? ¿Cuánto amor hay en el profesional de la política, la economía, la ecología, el urbanismo y la religión, sabiendo que la codicia, la corrupción, la violencia y la mentira tienen invadido el mundo entero con toda clase de escándalos?
San Agustín tiene una afirmación llena de sabiduría: “Ama y haz lo que quieras”. El amor es el gran secreto que el hombre del siglo XXI tiene por descubrir como la razón de ser de su comportamiento en todas las dimensiones de la existencia. El amor es la única acción que debe ser simultánea con cualquier otra acción, como mirar con amor, escuchar con amor, hablar con amor, trabajar con amor.
Dios es amor y por ser amor sale de sí mismo a crear creaturas de amor. Por tanto, el amor es el distintivo de todo cuanto existe. Y así, el amor debe estar presente en todo. La gran pregunta es esta: ¿Cuánto me amo yo a mí mismo, amo a los demás, amo el mundo y amo sobre todo a Dios?.