Me interesa y hasta me apasiona la política, pero hace cuatro años cuando Donald Trump fue elegido presidente decidí alejarme de las noticias y de los programas televisivos de política. En una columna escribí que un ayuno de noticias era lo más saludable, y una especie de desintoxicación, para limpiar al cuerpo de toxinas. El cuerpo social también necesita a veces una pausa. Pero no se trataba de hacerse el avestruz y vivir en un estado de indiferencia, sino más bien de poner unos límites para que las toxinas del odio, de las mentiras y de la polarización no lo afecten a uno. Recordaba las palabras de Ralph Waldo Emerson, “Hay muchas cosas de las cuales un hombre sabio prefiere quedarse ignorante”. Con propósito, me negué a darle a Trump mi atención, mi energía, mi espacio mental. Después de cuatro años, les puedo decir que ha sido una decisión acertada. Es una receta que aconsejo a muchos, mantenerse alejados de las noticias e ignorar a quienes se dedican a dividir, a mentir, y personifican un populismo mesiánico que intencionalmente humilla valores y principios democráticos.
Entonces, me pregunto: ¿Qué líderes necesitan hoy los países? Me lo pregunto también teniendo en mente las presidenciales del 2022, que, aunque algo lejos, parecen ya cercanas. Hay varios candidatos que ya se alistan para la competición, como caballos impacientes en la puerta de salida, listos para competir. Pero vale la pena despersonalizar la política para reflexionar sobre cuál es el perfil ideal de un candidato. La experiencia y las primeras decisiones del presidente electo Joe Biden ofrecen un punto de partida para algunas ideas. Lo primero, pienso, es reconocer que la ola del populismo de la última década es producto de las frustraciones y descontentos profundos en la ciudadanía frente a una clase política incapaz, o reacia, a dar soluciones concretas a problemas profundos y generalizados. El voto populista es un voto que castiga al establecimiento. Por eso, los votos de Trump, como el voto favorable al Brexit en el Reino Unido, fueron también de protesta.
Con su victoria, Biden ha demostrado que el populismo y sus extremos se pueden contener siempre y cuando alrededor de soluciones radicales para problemas reales se logre unir el consenso de sensibilidades e historias distintas dentro de una coalición amplia. Biden no solamente es alguien altamente competente y que ha demostrado su habilidad para construir amistades con colegas de ideologías distintas, sino que es también un líder que ha sabido unir a más de 80 millones de personas alrededor de una visión radicada en la tradición de las libertades políticas y civiles de Estados Unidos. Es esta visión lo que finalmente ha resucitado un centro político amplio y variado en la política estadounidense. Los desafíos y las oportunidades del presente, desde la revolución digital hasta las amenazas del cambio climático y los impactos de la pandemia, requieren de líderes competentes, con una probada calidad ética y apegados a los principios y las normas de la democracia. Es ese el gran reto de la política: salvar las democracias liberales del nacionalismo y del populismo mesiánico.