Ahora que los jefes de las Farc están en Cuba, e incluso tal parece que algunos del Eln que también buscan emprender un diálogo con el Gobierno, nada más oportuno que recordar ciertas frases del Che Guevara sobre el amor inderrotable que cualquier revolucionario y humanista decente debe sentir por su pueblo, por aquella gente de los rincones que recorremos los caminantes buscando fórmulas para plantar la fraternidad, el respeto y la justicia.
Decía Ernesto Guevara de la Serna, para algunos otro monstruo justiciero más de la historia y para otros un hombre puro que creyó siempre en levantar a América sobre los hombros de la libertad:
“...todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización”.
En las biografías de Jon Lee Anderson y de otros autores, se descubre en el Che, por lo menos, a un hombre franco, transparente, auténtico, cuidadoso de no herir ni ofender a aquel pueblo que debía ser la base de cualquier revolución. Enamorado de la gente, o desprendido de romanticismos, hubo una línea de coherencia en los actos de aquel ser humano afectuoso con el círculo de quienes lo rodearon y lo siguieron.
Esta oleada sanguinolenta de ataques de las Farc en los últimos días, con su paroxismo destructivo, tanático, que a la vez revela que ante su impotencia militar la vía es quitarles el otro ojo a los tuertos, nos deja sin aire. Nos abruma. Qué decirles a los amigos y a los no tan amigos, a la gente que los quiere matar a ustedes, que es necesario que como sociedad dejemos en un cofre sellado las venganzas del ojo por ojo. Cómo, señores, si ustedes secan cualquier argumento, cualquier asomo de comprensión frente a las causas y los efectos de un conflicto que todos en este país queremos parar ya.
Basta mirar las fotos, con los muertos de cráneos cribados por la metralla y las piernas de las víctimas desbaratadas por las minas. Ese paisaje manchado por la tinta negra del petróleo. Y la gente diciendo que se intoxican los niños y las vacas y los peces. Ustedes nos dejan sin palabras, sin ánimos, sin fe. Nos van vaciando de sentido las cuartillas y la espera.
Ahora que están en La Habana, repasen a Ernesto Guevara, a quien fuese inspiración alguna vez: “Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo”. Porque en su patria, la nuestra, ustedes desatan a diario un reguero de injusticias.
Que si vienen del Estado también nos indignan, pero cometidas por ustedes, es dos veces peor, porque a cuál cambio es que le apuntan. ¿O es solo un movimiento de francotiradores arteros, para no fallar el disparo, la bomba, la emboscada?.