Protestas. Hong Kong, Líbano, India, Irak, Ecuador, España, Bolivia, Chile... ¿Qué pasa?
Causas variadas y diversas como en España y Hong Kong, en otros lados el ciudadano se levanta contra las injusticias y la corrupción.
La gente no aguanta la carga impositiva, el alza en los artículos, la pobreza y la desigualdad. Una desesperanza y frustración acentuada porque el gobernante no responde a las promesas con las cuales ganó el favor popular y parece gobernar para unas élites que cada día obtienen mayores favores mientras lo más duro le toca al ciudadano de a pie.
No parece haber futuro. Entre octubre de 2018 a septiembre de 2019, cruzando Estados Unidos fueron detenidos más de 70 000 niños y jóvenes que viajaban solos en busca de un bienestar que sus países no les ofrecen.
Crece la desesperación. El filósofo Noam Chomsky cree que el neoliberalismo es “la razón básica de la ira, el resentimiento y el desprecio por las instituciones políticas que están barriendo gran parte del mundo”.
El mundo se alza. Tiene derecho. Pero hay abusos y destrucción, afectando bienes comunes. Y en vez de caerles a vándalos y delincuentes, la represión se generaliza y agudiza los enfrentamientos. Esto es único lo que nota quien prefiere callar. O es beneficiado.
Más trabajo, menos salario, pensiones bajas, educación y salud de mala calidad... el ciudadano acorralado. Y protesta.
En Sobre la Desobediencia Civil, el filósofo norteamericano Henry David Thoreau afirma: “Existen leyes injustas: ¿debemos contentarnos con obedecerlas, o debemos tratar de enmendarlas, hasta que lo hayamos logrado, o debemos transgredirlas de una vez?” Y va más allá: “¿Cómo puede un hombre estar satisfecho tan solo de sostener una opinión y gozar de ello? ¿Hay en ello algún disfrute, si en su opinión está siendo vejado?”
No hay hombre “que no reconozca el derecho a rechazar la adhesión, y a resistirse al gobierno, cuando su tiranía e ineficiencia son grandes e intolerables”.
Hoy los ciudadanos sienten en carne propia que les es más duro sostenerse y sacar adelante su familia, campea la corrupción y solo algunos gozan de las prebendas del Estado.
Eso percibieron en su momento y protestaron, a su manera, líderes como Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela. El derecho a la protesta es democrático.
Los gobiernos hoy no pueden ir en contra de la gente, apretándola más mientras se despilfarran los recursos y se benefician pocos.
Los tiempos cambian.
Maullido: ¿nadie va a parar el desangre nacional? ¡Qué impotencia!.