Por FABIO ANDRÉS MONTOYA *
jgomez@proantioquia.org.co
En una noche para exaltar el valor de la microempresa, conocimos a Elmer y Germán, quienes trabajaron sembrando coca y hoy se dedican a la producción, comercialización y transformación del cacao; liderando modelos asociativos. También conocimos a Arcadio, a quien cuando fue raspachín de coca, le dijo la señora que alimentaba el campamento: “mijo, para que no tenga que vivir de esto toda su vida, venga le enseño a confitar maní”. Estuvo Natalia, lo que llamamos una agro-millennial, quien fácilmente podría estar trabajando en una empresa en Medellín, pero decide quedarse en Campamento, Antioquia, para trabajar en la agroempresa familiar y ayudar a liderar una asociación de paneleros para que incorporen tecnologías y buenas prácticas.
Esas y otras historias nos conmueven en cada edición del Famiempresario Interactuar del Año, un espacio que la ciudad ha institucionalizado, y en donde celebramos y visibilizamos la microempresa como un motor de desarrollo económico y social para el país.
Los 24 finalistas tienen algunos rasgos comunes. El primero es su mentalidad, pues independiente del tamaño, se sienten dueños y gerentes de sus empresas, toman decisiones, hacen cambios, buscan mercados, invierten para crecer. Otro rasgo es la sensibilidad social: de alguna manera tienen elementos de carácter social en su propuesta de valor; destaco la asociatividad rural, ya que entienden que ese es el mejor camino para desarrollar el agro, y generar más ingresos familiares. Para otros, su aporte social es priorizar la contratación de trabajadores en condiciones de vulnerabilidad como, por ejemplo, Bebés Estrella, empresa que confecciona piyamas empleando reclusos de Bellavista. Un tercer rasgo es la innovación; muchos de ellos analizan detenidamente el mercado para desarrollar productos con una propuesta de valor diferenciada. Por ejemplo, Fryscol, que provee insumos a quienes venden helados, vio que un tipo de “topping” con alta rotación es importado y caro, así que desarrolló una máquina que los hace a un costo muy inferior.
Colombia es un país de microempresas y nos falta entender su valor y capacidad para generar desarrollo económico y social; definitivamente tienen una oportunidad para que se formalicen, pero la formalización también tiene su caso de negocios, el cual a muchas microempresas hoy no les da. ¡Hagámoslo que sea factible! ¿Cómo? Haciéndolo más simple y menos costoso.
Ese caso de negocios debe ser un marco normativo y fiscal que responda a tres principios: simplicidad, gradualidad y proporcionalidad. Una de las constantes excusas de nuestros empresarios para formalizarse es la dificultad para cumplir con la tramitología: “que el PILA”, “que el pago del IVA anticipadamente”. Necesitamos quitarle fricciones al sistema, el Régimen Simple Tributario es un buen ejemplo de estos tres principios, pero necesitamos más. La gradualidad y proporcionalidad tienen que ver con la “factibilidad” de ser formal, lo cual es muy costoso en lo normativo y fiscal; vemos una oportunidad en disminuir los costos “legales” de un negocio y que a su vez estos vayan llegando a las tarifas establecidas gradual y proporcionalmente en la medida que el negocio dé para ello.
Por los grandes números que maneja la microempresa, cualquier apalancamiento macro que logremos puede repercutir en las grandes cifras económicas del país. Una cuenta de servilleta: si el 10 % de las microempresas del país crea cada una un solo empleo, la tasa actual de desempleo se reduciría en un 19 %. El evento fue clausurado por el presidente Duque, quien, comprometido con la microempresa, manifestó: “Estas historias son alimento para el alma”.
* Director ejecutivo Interactuar