El gran encierro es el nombre que muchos están utilizando, incluido el FMI, para el choque adverso del covid-19 sobre la economía global. Como nombre representa bien lo vivido por la humanidad en los últimos tres meses, incluido el aspecto económico. La medida del confinamiento es el eje de la estrategia sanitaria en la mayoría de los países afectados. En un momento llegaron a estar encerradas dos mil millones de personas y en esa escala el confinamiento tiene todo tipo de consecuencias sociales y económicas.
El aislamiento social forzado por la pandemia llevó a que súbitamente se revaluara la forma de trabajar, socializar, viajar e incluso los rituales frente a la muerte, como testimonian los parientes de los fallecidos por la enfermedad. Esas circunstancias están marcando profundamente a quienes la estamos viviendo; el confinamiento dejará sus secuelas en varias generaciones.
La anatomía del choque que produjo la pandemia será un ejemplo de libro texto para los estudiantes de economía en el futuro. Primero se contrajo la oferta de bienes y servicios, por ese camino las empresas dejaron de contratar trabajadores, el desempleo se disparó y se redujo el ingreso de los hogares y, por ende, su consumo. Los proyectos de inversión se paralizaron ante la incertidumbre. Cayó la demanda de materias primas y de energía, al detenerse la producción.
El párrafo anterior describe bien lo que sucedió en economías de altos ingresos como China, Unión Europea, Japón y Estados Unidos, las primeras en imponer medidas por la emergencia sanitaria. El llamado epicentro de la epidemia se fue desplazando y pasó de China a Europa y, posteriormente, a Estados Unidos. A ese mismo ritmo las economías fueron entrando en recesión y las políticas públicas comenzaron a actuar para vencerla.
Cuando la enfermedad se difundió por todo el mundo les llegó el turno de sufrir el impacto a las economías emergentes y en desarrollo, donde hay que tener otras cosas en consideración. En muchas predomina el trabajo informal y las capacidades fiscales y de los sistemas de salud son limitadas. Con un elemento adicional: las medidas para contener la pandemia son especialmente difíciles de implementar. Cumplir el confinamiento para dar tiempo para fortalecer los sistemas de salud pone al límite a esas sociedades.
Pero hay más elementos para tener en cuenta. Como afirma Martin Wolff, el manejo de la enfermedad es solamente una parte del desafío, los países emergentes y en desarrollo son especialmente vulnerables a los choques económicos globales y este, en particular, es devastador. La caída del precio de las materias primas como consecuencia de la reducción del crecimiento mundial afectó a ese grupo de países. Cayeron también las remesas, los ingresos por turismo y comercio exterior y se fugaron los capitales en busca de menor riesgo.
El efecto del gran encierro sobre las economías emergentes y en desarrollo también es de libro texto. Se han hecho esfuerzos para apoyar a los más vulnerables y donde ha habido espacio se han querido atenuar los daños de la parada súbita. Pero se requiere que las economías se abran pronto y, sobre todo, que no haya rebrotes y pequeños encierros. Solo así se podrá decir que lo peor pasó y el gran encierro quedó atrás, para siempre, aunque hizo tambalear toda la estantería.