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David E. Santos Gómez
Columnista

David E. Santos Gómez

Publicado

El juego de la desintegración

Por david e. santos gómez

davidsantos82@hotmail.com

La sepultura de quinta categoría que recibió la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se consumó con un remplazo de tendencia política opuesta, pero fundamentos igualmente endebles. El Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), inaugurado sin muchos aspavientos el pasado viernes en Santiago de Chile, es un intento más -este con acento marcadamente conservador- de unir un territorio que tiene como esencia la división y la desconfianza.

Es un nuevo nombre en una lista larga e imperfecta. El inventario de organizaciones multilaterales latinoamericanas creció considerablemente en las últimas dos décadas. Como una forma de oponerse a la OEA -que el Socialismo del Siglo XXI siempre miró con asco- un grupo de países guiados por Venezuela dio parto al Alba primero, a la Unasur después y por último a la Celac. Aunque con motivaciones y magnitudes diferentes hoy las tres están moribundas.

Ahora, que la marea política del subcontinente sube hacia la derecha, el juego se repite con diferentes fichas. El Chile de Sebastián Piñera y la Colombia de Iván Duque pretenden liderar la iniciativa a la que prontamente se adhirieron Brasil, Paraguay, Ecuador, Argentina y Perú. Dicen que no es una “herramienta ideológica”, pero es evidente que cuando los entusiasmos antisocialistas disminuyan, el apoyo al grupo se mermará de igual modo.

Las voces cantantes de Prosur prometen la “defensa de las libertades individuales, de la democracia y de los derechos humanos”. Quieren luchar contra el crimen, ayudar en la masificación de los sistemas de salud y consolidar las redes de energía continental. Sin embargo, su espina dorsal es económica porque responde evidentemente a la Alianza del Pacífico. Con el ánimo de tener como enemigo común a Venezuela y la catastrófica burocracia del chavismo como espejo, prometen una organización austera sin más gastos que los de las reuniones esporádicas.

La enfermedad de la que han muerto todas las organizaciones suramericanas es la misma y responde a la esencia naturalmente politizada de sus bases. Prosur la sufrirá también. Cuando los periodos presidenciales de aquellos que las impulsaron llegan a su fin y el ambiente político cambia, los soportes de la integración fallan irremediablemente. Estos no son organismos multilaterales ni plurinacionales. Son cuartos de paso para las camarillas ideológicas. Sean estas rojas o azules.

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