Por Daniel González Moneri
Universidad del Atlántico
Lic. Ciencias Sociales, semestre 8
moneri11@hotmail.com
Los tiburones, al igual que millones de especies en el mundo, son imprescindibles para mantener el delicado equilibro del ecosistema que se está desbalanceando por causa del cambio climático. Los tiburones no son asesinos del mar. Un solo mosquito puede causar millones de muertes más que un tiburón en un año. La sociedad del consumo los ha cazado, comido y comercializado. En el mundo hay 400 especies de tiburones. Colombia tiene 140 especies, 5 de ellas en vías de extinción. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Los tiburones están de moda. Su caso es particular, porque se han dedicado a explotar su imagen en las diferentes producciones y películas, como comida exótica y hasta de colección cuando, de forma indiscriminada, cercenan sus partes para ser exhibidas en museos y en casas. La Fundación Malpelo establece que hasta 100 millones de tiburones se matan cada año solo por sus aletas. La industria, los restaurantes y personas se benefician. Este es un oscuro negocio que paga millones por consumir, matando millones de tiburones.
En Colombia el tema de la caza de tiburones no es nuevo. Desde 2011 se estableció la caza artesanal de aletas del animal, pero la nueva resolución 350 del Ministerio de Agricultura aumentaría el tráfico ilegal y la comercialización indebida de la especie marina, sin ningún tipo de control ni cuidado de preservación. La policía sabe que desde el Océano Pacífico se exportan 50 millones de aletas que van a distintos destinos, pero no ejerce autoridad ni judicializa a esos criminales.
Como era de esperar, el gobierno salió en defensa de su resolución. El ministro dijo que si bien la caza de tiburón está prohibida, lo que se busca es controlar y regular el comercio de aletas. Pero sabemos que las leyes y el papel no trascienden la realidad. Seguirá la pesca ilegal del tiburón, la deficiencia de las autoridades ambientales y la presión de mercados internacionales.
A corto plazo y para unos pocos, el aleteo de tiburón es obviamente un gran negocio y como tal buscará siempre el camino para llegar al mercado. El apetito por sus aletas es la principal amenaza. Debemos cerrar todos los portillos que permitan la comercialización de aletas de tiburón. Si no se revierte esta medida, la imagen de Colombia como un país defensor y amante del medio ambiente, del mar y la vida, seguirá por el piso.
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