Por david e. santos gómez
Mientras buena parte de América Latina sufre una nueva ola de la pandemia y apura, a tropezones, cuarentenas estrictas y vacunaciones intermitentes, Venezuela esconde su realidad sobre el coronavirus como un pavoroso agujero negro del cual nada se sabe. Todo es oscuro en torno a la información que brinda el régimen, tanto el número de infectados como el número de fallecidos, y el proceso de inoculación apenas existe. Las declaraciones de un delirante Nicolás Maduro, que van desde la esperanza mística de gotas milagrosas hasta la promulgación de ciencia propia inexistente, no hacen más que aumentar la preocupación de lo que está pasando en el país vecino colapsado en su sistema sanitario mucho antes del catastrófico 2020.
Ya vimos de qué forma la propagación del virus en Brasil, sin ningún control, llevó a la aparición de nuevas cepas que son más contagiosas e incluso más mortales, y es esperable que en Venezuela se esté consolidando un desastre peor. El coronavirus tomó al país gobernado por el PSUV con todos los organismos del Estado agujereados por la corrupción y con una red médica que es incapaz de garantizar los mínimos básicos. Así, aunque las cifras oficiales muestren que en un año de pandemia los muertos son menos de 1.800 y los contagiados un poco más de 170 mil, la verdad sería muy distinta. Los testeos son pocos y muchos de los fallecidos por el virus no son sumados a las tablas oficiales.
Los hospitales están desbordados y los médicos sobrepasados por una realidad que el Ejecutivo niega. Muchos venezolanos prefieren quedarse en la casa para pasar allí la enfermedad, aunque el oxígeno escasea y pagar por un tanque es un lujo imposible en un país que apenas sobrevive.
Maduro, por su parte, sigue con sus charlas de televisión, sus chistes insensatos y sus risas estúpidas. Desde Miraflores las órdenes a la población son, cuando menos, contradictorias. Aseguran que es necesario la mascarilla, la distancia social, y evitar reuniones que faciliten el contagio. Pero el presidente y sus ministros hacen lo contrario. Para el próximo 19 de abril, en la mitad de una cuarentena “radical” que él mismo impulsó, llamó a una marcha de antorchas para celebrar los 211 años de independencia. “Va a ser una marcha bonita”, dijo. “La gran marcha de las antorchas libertarias bolivarianas”