Una consecuencia de la crisis de 1929 para Colombia fue la suspensión de la convertibilidad de los billetes en oro y la centralización en el Banco de la República (BR) de las compras y ventas del metal, como una estrategia para preservar la confianza del público en el sistema monetario y concentrar las reservas metálicas en el Banco. Mientras se daba el abandono del patrón oro en el mundo.
Además, el BR dejo atrás el diseño ortodoxo original de Kemmerer, con funciones que eran estrictamente las de un banco central clásico, y en 1931 se le colgaron otras como la administración de las salinas marítimas y terrestres; luego, la de los bienes decomisados a los ciudadanos alemanes, japoneses e italianos durante la Segunda Guerra Mundial, y la de algunas minas de esmeralda.
Con el tiempo el Banco fue saliendo de esas funciones, pero mantuvo su monopolio en el mercado del oro hasta 1953, año en el que se levantó, para reestablecerse trece años después como parte de las medidas para enfrentar la crisis cambiaria de 1966-1967. Las reformas de los noventa, que querían desatar el libre juego de las fuerzas del mercado, consideraron que también debía liberalizarse el del oro y eliminaron el papel del BR como único comprador del metal.
Desde entonces, el mercado de oro es libre en Colombia y han ido cambiando las cosas dentro de él. La producción de oro en el país ha crecido mucho, no solo jalonada por el precio internacional que tuvo alzas muy importantes, sobre todo después de la crisis de 2007 cuando recobró su papel de valor refugio, sino porque se ha convertido en un mecanismo muy utilizado para lavar los dineros procedentes de actividades ilegales.
El Banco de la República puede seguir comprando oro, como cualquier participante en el mercado, pero cada vez le venden menos, como decía el anterior gerente del BR (José Darío Uribe, Nota Editorial Revista del Banco de la República No. 1035). El BR es estricto en sus compras, cumple con el sistema de prevención del lavado de activos y la financiación del terrorismo. En cumplimiento de la normatividad, regularmente presenta reportes de las operaciones que se consideran inusuales o sospechosas. Por esa razón, algunos mineros e intermediarios prefieren no recurrir al Banco. Así mismo, muchas veces los compradores hacen anticipos a los mineros, algo que no podría hacer una entidad como el BR.
Suponer que volver al monopolio del BR puede ser la solución para reparar un mercado como el del oro, muy averiado por la presencia de actividades ilegales y de lavado de activos, ignora los peligros reputacionales que podría enfrentar la entidad al tener que moverse en esa realidad. Algo poco deseable para un banco central moderno. De otro lado, la presencia del BR no necesariamente ayudaría a mejorar las cosas porque algunos mineros pueden simplemente optar por el contrabando para eludir los controles. El problema de la minería ilegal queda intacto.