Cuando se realizó el primer censo industrial de Colombia en 1945, Antioquia sobrepasaba ampliamente a las demás regiones del país. Medellín era reconocido como un importante centro textil en toda la región. No es por tanto extraño que en 1944 la Asociación Nacional de Industriales naciera en esta ciudad.
Ese crecimiento industrial atrajo un gran número de inmigrantes del campo y fue motor del desarrollo de la ciudad. El consumo de energía de Medellín en 1930 era 14 millones de kilovatios-hora, en 1950 fue de 242 millones de kilovatios-hora. En esos 20 años creció 17 veces. La demanda por agua potable y teléfonos crecía de igual manera: la ciudad, su Concejo y el sector privado tuvieron que dedicar la máxima atención a las Empresas de Servicios Públicos.
Cuando a finales del S. XVIII vino el oidor Juan Antonio Mon y Velarde, la ciudad tenía alrededor de 5000 habitantes, quienes tenían que desplazarse a las quebradas para aprovisionarse de agua. El oidor y la clase dirigente de la época decidieron construir una fuente en lo que hoy es el Parque Berrío y así mejorar la calidad de vida de la población. Sin embargo, la municipalidad no estaba en condiciones de colocar instalaciones de agua residenciales y atender la creciente demanda. Es así como sectores privados empezaron a prestar ese servicio.
En 1895 se constituye la Compañía Antioqueña de Instalaciones Eléctricas como compañía mixta, propiedad por terceras partes del Departamento, el Municipio e inversionistas privados.
En 1914 el Concejo declaró el servicio telefónico de competencia municipal y constituyó la Compañía Telefónica de Medellín en alianza con 73 particulares. El empresario y activo concejal Ricardo Olano se expresó así con relación a los servicios públicos municipales: “A la empresa privada le cabe el mérito de haberle enseñado al país la importancia de invertir en los servicios públicos”. En 1920 se constituye las Empresas Públicas Municipales, responsable del suministro de los servicios de agua, energía, teléfonos, alcantarillado y otros.
Para el montaje de la 4ta. unidad de Guadalupe en 1940, el municipio tuvo que acudir a la financiación del sector privado. Este pidió, como condición para prestar el dinero, la separación de la Empresa de Energía de los otros servicios y la autonomía administrativa.
La buena coordinación de los diferentes servicios fue siempre una preocupación y en 1953 se crea la gerencia de las Empresas Públicas Municipales, quien reportaba a una junta directiva compuesta por este nuevo gerente, cuatro empresarios, el personero, el contralor y los cuatro gerentes de cada una de las empresas de servicios. Estos a su vez reportaban a unas juntas asesoras que cada empresa tenía. Bernardo Velázquez Cock, alcalde en la fecha y quien venía del sector privado, manifestó: “Yo debo dedicar mi tiempo a la administración de la ciudad y para las ESP se requieren profesionales que le puedan dedicar el tiempo necesario” y delegó en el nuevo gerente la presidencia de la junta.
En la década del 50 fue necesario montar la tercera unidad de Riogrande. Para su financiación se contactó al Eximbank de EE. UU. El Sr. Albert Waterstone, quien vino por parte del banco para estudiar las condiciones del crédito, manifestó su preocupación por que la Empresa de Energía dependiese de tantas juntas y que no tuviese garantizada su independencia de los políticos. El Concejo y el alcalde no solo estuvieron de acuerdo en satisfacer este requerimiento para las Empresas de Energía, sino que lo vieron necesario para las otras 3 empresas de servicios. Decidieron integrar de nuevo todos los servicios en una sola compañía.
Después de más de 150 años de colaboración con el sector privado, nacía el Establecimiento Público Autónomo EPM, asistida en el parto por importantes dirigentes empresariales.