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Francisco Cortés Rodas
Columnista

Francisco Cortés Rodas

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El perturbador y la amnistía

Por Francisco Cortés rodas

franciscocortes2007@gmail.com

Uribe Vélez es un perturbador. Entre los héroes del mal que Balzac construye en la Comedia humana sobresale Vautrin como el gran coloso de la versatilidad y de la habilidad. En Papá Goriot dice: “¿Quién soy? Vautrin. ¿Qué hago? Lo que me da la gana. Soy bueno con aquellos que me hacen bien. Pero soy malo como el diablo con aquellos que me fastidian o no me agradan”. Por supuesto que Balzac sabía que en su época y en todas las épocas ha habido hombres que, en la lucha por prosperar, “se comportan como arañas que se devoran unas a otras como en una olla”. Balzac es pesimista y “aviva la terrible sospecha de que el mundo ya solo consta de criminales. Uno tras otro va topando con sujetos degradados que se instalan en un medio justo, en el que en realidad nada es justo”(Thomä).

Este mundo de criminales corresponde a lo que Thomas Hobbes denominó estado de naturaleza, en el cual los hombres, condicionados por sus instintos y pasiones, se atacan unos a otros en una lucha desesperada por la supervivencia. Para salir de esta situación realizan un contrato en el que, a fin de garantizar su seguridad, sacrifican su libertad. Pero en el Estado siempre acecha el peligro, la sedición. Muchos, después de haber visto el inmenso poder del Estado que se proyecta sobre sus vidas y bienes, quieren recuperar su libertad. Según Hobbes, quienes hacen esto son los perturbadores, los locos, los rabiosos, los orgullosos. “El orgullo lanza al hombre a la violencia, y su exceso es la locura, rabia vehemente o furor”. En estos casos fracasa el tránsito de la naturaleza a la sociedad, la transformación de animal salvaje en hombre, en ciudadano.

Uribe Vélez representa la figura del perturbador hobbesiano. Lo es porque quiere destruir la unidad del Estado, construida después de superar un largo conflicto armado, mediante un acuerdo de paz que finalizó sin vencedores ni vencidos. Hizo la paz con los paramilitares y le gustó. Santos la hizo con las Farc y se enfureció. El orden de derecho que resultó del Acuerdo Final (AF) lo consideró ilegítimo y así calificó a todas sus instituciones: Jurisdicción Especial para la Paz, Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas. El padre de Roux le planteó en su hacienda: “¿Por qué no hacer una colaboración generosa para unir a los colombianos y no convertir el AF en una razón de conflicto?”.

Respondió con un proyecto de amnistía general que divide mucho más a la sociedad y que atenta contra el derecho a la verdad, la justicia y la reparación que tienen más de nueve millones de víctimas del conflicto armado.

Vautrin, que es también un perturbador, afirma: “No hay principios, no hay más que acontecimientos. No hay leyes, no hay más que circunstancias. El hombre superior se casa con los acontecimientos y las circunstancias para poder mandar en ellos [...]. El hombre no está obligado a ser más sensato que toda una nación” (Balzac). Verdad, el perturbador no es más sensato

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