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EL POLICÍA Y EL ROBOCOP

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Por JUAN PABLO PATIÑO OSORIO

U. Pontificia Bolivariana, Comunicación Social-Periodismo, 5° semestre.
juan.patinoo@upb.edu.co

El sol calentaba el metal que les da forma a las gordas de la Plaza Botero. En medio de estatuas, él parecía una de ellas. Inmóvil, el RoboCop, uno de los hombres que usa el espacio público para mostrar su arte, esperaba que algún niño o turista insertara una moneda en su balde para empezar a bailar. Pero eso no sucedió.

Quien sí se acercó fue un agente de la policía. Hubo tensión. Por lo menos así lo hicieron ver dos transeúntes que se detuvieron a observar el presunto abuso de autoridad que estaban a punto de presenciar. Pues la multa a la vendedora y a los consumidores de unas empanadas en Bogotá había creado una atmósfera de persecución contra quienes se dedican a utilizar las calles como oficinas. Pero, para sorpresa de todos:

—Jorge, ¿qué más?, ¿cómo va el voleo? —preguntó el policía mientras estrechaba enérgicamente la mano del RoboCop.

—¿Qué más, bien o qué? Nada, toda esta semana ha estado muy suave.

—Qué vaina, es que usted sabe que en este tiempo todo es muy solo.

—Sí, pero hay que seguir dándole.

El policía se quitó la gorra, se limpió el sudor y exclamó: “Qué solazo” y luego le preguntó a RoboCop que si a él no le daba mucho calor con ese traje encima. El robot no dijo nada, la respuesta era evidente. Hubo un silencio y de nuevo el agente intervino:

—En estos días conocí a un señor que anda con una flauta tocando de esa música boliviana. —Dijo, refiriéndose quizás, a la música andina.

—Sí, sí. Yo también lo vi por acá en estos días. —Respondió sin mucho interés el robot.

—Yo aquí pensando... Usted debería hacer lo mismo que ese man.

—¿Qué?

—Ese señor se ha recorrido todo el país. Va a los pueblos donde hay fiestas o eventos y así mantiene trabajito.

—No, yo pa’ eso no sirvo.

—Oiga, la gente es que no entiende o qué. Vea eso. —Dijo el policía impaciente, mientras señalaba a una señora que intentaba subirse sobre una de las gordas para tomarse una foto. Fue entonces cuando desenfundó su arma: un pito. Y lo hizo sonar.

—Señora, hágame el favor y se baja de ahí. —Mientras caminaba hacia ella volvió su mirada a RoboCop y le dijo. —Jorge, ahí estamos hablando pues. Piense en lo que le dije.

*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades
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