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The New York Times
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El Proceso de Paz de Afganistán

$Creditonota

Por M. Safi y Muqaddesa Yourish

El anuncio del presidente Donald Trump de un retiro inminente de las tropas de Estados Unidos de Afganistán y la declaración del embajador Zalmay Khalilzad de que los estadounidenses y los talibanes han aceptado “en principio” un marco para un acuerdo han sido descritos por ambas partes como un salto hacia el final de la guerra en afganistán.

Pero una retirada apresurada de EE.UU. pondrá en peligro para los afganos el futuro de los logros ganados con esfuerzo, como los derechos constitucionales, las libertades de los ciudadanos y las instituciones democráticas. EE.UU. debe reconocer que la ausencia de guerra, el enfoque de las conversaciones actuales, por sí sola no representa la paz en Afganistán.

Las conversaciones de Khalilzad con los talibanes y las señales de una retirada estadounidense han ignorado numerosas voces afganas y han aumentado los temores entre los más vulnerables de ellos - las mujeres, las minorías étnicas y la sociedad civil - sobre la pérdida de seguridad y las libertades que la joven y defectuosa democracia de Afganistán les brindaba.

Para mujeres como Ghazaal Habibyar, quien hasta hace recientemente sirvió como viceministra, las discusiones han sido alarmantes. “Yo, como otros afganos, quiero la paz, pero cuando supe del acuerdo, recordé los días cuando no me era permitido ir a la escuela bajo el Talibán”, dijo Habibyar. “Definitivamente no quiero lo mismo para mis hijos ni para los millones de niños afganos”.

Khalilzad convenientemente ha hecho a un lado preguntas sobre los derechos de los ciudadanos y la libertad de prensa para convertirlo en un diálogo entre afganos, que está rodeado de ambigüedad.

Tales preocupaciones han sido reforzadas aún más por la falta de flexibilidad del Talibán, ejemplificada por comentarios por parte de su negociador jefe, Sher Mohammad Abbas Stanikzai, quien en una entrevista reciente dijo que el futuro del país será controlado por el Emirato Islámico de Afganistán.

La retirada estadounidense dependiente exclusivamente de la promesa del Talibán de no usar territorio afgano contra los intereses estadounidenses por parte de grupos militantes refleja la desesperación americana.

Sin garantías para proteger los logros de los últimos 17 años, estas conversaciones sólo abrirán paso para que el Talibán moldee el orden político en formas que no sólo opondrán los valores de la democracia tan apreciados por afganos sino que también socavarán la lucha de los estadounidenses y sus socios internacionales para la protección y promoción de los derechos de las mujeres por los que han luchado desde 2001.

Este temor ha sido reforzado por la declaración del Talibán en las discusiones de Moscú, que exigieron la revisión de la constitución del país. Sin embargo un líder talibán dijo en Moscú que su grupo no impedirá que las mujeres asistan a la escuela, universidades y lugares de trabajo. Según mujeres afganas que asistieron a las conversaciones de Moscú, el Talibán les dijo que una mujer puede ocupar un puesto político, pero no puede convertirse en presidenta.

La estrategia de salida también debe estar alineada con las prioridades de desarrollo de Afganistán en infraestructura, agricultura, industrias extractivas, y desarrollo del sector privado y del capital humano, para ayudar a generar mayores ingresos, continuar prestando servicios y crear empleos a largo plazo.

Los socios internacionales de Afganistán deben retener la asistencia oficial de desarrollo que ofrecen en los niveles actuales -US$15,2 mil millones prometidos en Bruselas de 2016 a 2020, en cualquier conferencia de promesas para apoyar adecuadamente la desmilitarización y el desarme de los combatientes talibanes.

También deben tomar en cuenta lecciones aprendidas del fracaso de esfuerzos similares anteriores como el programa afgano “Nuevos Comienzos” entre 2003 y 2005, el “Desbandada de Grupos Armados Ilegales” de 2006 a 2007 y el “Pez y Reintegración” entre 2010 y 2016.

Para llegar a una paz sostenible, la retirada de fuerzas, el proceso de negociación y la implementación de cualquier posible acuerdo deben ser monitoreados por un observador neutral, como las Naciones Unidas o la Unión Europea, que puede establecer un mecanismo de cumplimiento que pueda asegurar que todas las partes cumplan sus compromisos.

La paz es la exigencia de todos los afganos, pero la desesperación por poner fin al derramamiento de sangre no se aceptará a costa de su democracia naciente, los derechos humanos , los derechos de las mujeres, los medios libres o su vibrante sociedad civil.

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