Esta semana tuve un hallazgo feliz. Descubrí a un señor que me hizo pensar en la vanidad de los que creen que el mundo empezó con ellos y que en el pasado solo había atraso y cero progreso. No es verdad, por mucho que quieran desconocer la historia de nuestra región y de nuestra ciudad.
Don Juan de la Cruz Posada Restrepo (Medellín, 1869 – 1961) fue un personaje destacado en el proceso empresarial y académico en Medellín y Antioquia durante la transición del siglo diecinueve al veinte. ¡Y no era ningún aparecido! Su hoja de vida es extensa, pero este espacio solo permite un resumen apretado: Se graduó como ingeniero de minas en la Universidad de California (las facultades de ingeniería en Medellín eran incipientes). Pasó brillando por la academia, la empresa privada y el sector público, incluida la política con visión de servicio. Además, fue pionero en las ciencias de la tierra, un Maestro, con mayúscula, y uno de los primeros en formular la necesidad de la protección del ambiente para preservar la vida.
Cuando Medellín dejó de ser un pueblo y empezó a convertirse en ciudad, por allá en 1890, empezó el desarrollo de servicios públicos: el tranvía de mulas, la feria de ganados, el matadero municipal, el alumbrado de las calles con faroles de petróleo, el cuerpo de bomberos, las plazas de mercado y la recolección de basuras (ay, si don Juan supiera...).
El municipio de Medellín, el departamento de Antioquia y los empresarios privados (“los malos del paseo” para algunos) se unieron para crear tres empresas mixtas, una para el acueducto, otra para los teléfonos y otra para la electricidad. Una verdadera revolución para la época y la semilla para el desarrollo industrial que vendría luego.
Las necesidades eran claras: mejorar las fuentes de abastecimiento y la cobertura del acueducto y construir el alcantarillado. Fortalecer la telefonía. Y la electricidad para satisfacer la demanda de los hogares, del alumbrado público, del tranvía eléctrico (abuelo de nuestro Metro) y de la industria naciente que necesitaba motores eléctricos para mover sus maquinarias.
El Concejo de Medellín decidió municipalizar varios de esos servicios y les compró a los empresarios y al Departamento sus acciones en esas empresas. Así, en 1919, nació Empresas Públicas Municipales de Medellín, la mamá de nuestras EPM, Une Telecomunicaciones y Emvarias. Y nombraron como su primer gerente a Juan de la Cruz Posada, un acierto. Aunque estuvo en el cargo poco menos de dos años, su gestión, su visión de desarrollo y progreso y la de los que vinieron después construyeron las bases de lo que han sido EPM y sus filiales.
Muchos años después, el legado está en veremos. Pasaron de ser “fuente vital de bienestar y progreso” a un diagnóstico reservado: Une se entregó al control de una empresa extranjera que ha desmejorado la calidad de sus servicios y abusa de su posición dominante. El servicio de Emvarias hoy está deteriorado y es francamente deprimente. Y EPM atraviesa el momento más crítico de toda su historia.
¿Que los atrasados eran los antiguos? ¡Permítanme dudarlo!