La llamada Revolución Industrial, en su momento, generó controversia por las amenazas de eliminación de puestos de trabajo y por la capacitación de la mano de obra para operar e incrementar la producción en forma dramática. Esto implicó también un cambio de paradigma en todos los niveles. Se pasó de una producción manual al manejo del binomio hombre-máquina con todos los retos que esto comportaba.
Los cambios fueron en todos los niveles. No solo se modificó la enseñanza, sino también la forma de operar, todo esto gracias a que los nuevos artefactos pasaron a ser un elemento fundamental en las operaciones empresariales. Si bien estas adopciones no fueron paulatinas, el reacomodo desde la fuerza laboral, empresas y universidades tuvo un espacio importante para poderse llevar a cabo.
Hoy día, en este sentido el contexto es diferente gracias a que la Cuarta Revolución Industrial tiene una característica diferencial, probablemente abismal, frente a la primera revolución y allí radica precisamente la velocidad y mayor número de disrupciones que esta puede generar.
Debemos asumir que estamos frente a una nueva forma de habitar, operar y desarrollar las nuevas tecnologías. Al tiempo hay que reflexionar sobre las nuevas capacidades que deberían desarrollar los seres humanos. Esto es, aceptar que la cantidad de datos que se producen a diario y que viajan por las redes difícilmente los podría procesar un cerebro humano de manera sistemática. Por lo tanto la inteligencia artificial y la analítica se convierten en una nueva manera de abordar esa abundancia y complejidad para que quienes usamos esta información nos sea más fácil y rápido digerirla.
Según Linda Gratton, profesora de prácticas en Administración del London School of Economics, las habilidades y competencias de los seres humanos de cara a su día a día laboral deben fortalecerse alrededor de nuevas competencias, por ejemplo, más que memorizar datos, situación que por cierto lo hacen las máquinas, debe orientarse la formación hacia el desarrollo de la creatividad, la compasión, la inventiva y la capacidad de interpretar a las personas. En otras palabras, los seres humanos nos concentraremos en actividades que necesitan de la intuición, empatía, es decir, en habilidades sociales, porque gran parte de lo repetitivo lo realizarán las nuevas tecnologías.
Plantea la señora Gratton que ciertamente las habilidades blandas serán una de las principales fuentes de formación en los seres humanos ya que las tecnologías actuales nos ayudan principalmente a acceder a nueva y masiva información, simular la toma de decisiones o probar nuestro conocimiento.
La gran pregunta en este mar de información y desinformación es ¿será capaz la tecnología de ayudar a crear habilidades sociales? ¿Es momento de rediseñar la formación primaria, secundaria y hacer énfasis en las nuevas tecnologías y en las habilidades sociales? Algunos colegios lo están haciendo. Hace poco leí un artículo donde los niños aprenden yoga en etapas tempranas para ayudarles a desarrollar la intuición, capacidad humana que se adquiere solo con la madurez y que no logran desarrollar las máquinas. Sea esta la invitación para que los colegios públicos y privados entiendan el cambio y orienten su formación hacia lo que generará mejores ciudadanos y sociedades más productivas.