El presidente de la República declaró recientemente en una entrevista dada a un periódico regional que el reto de sacar a nuestro país adelante no es cuestión de izquierda ni de derecha, sino de sentido común y patriotismo. Agregó que es indispensable pensar en el desarrollo social, dejando de lado cualquier aprehensión o sentido de pugnacidad ideológica. Totalmente de acuerdo. El problema es, como Voltaire lo indicó en su momento, que el sentido común es el menos común de los sentidos. Gran logro sería que los colombianos entendiéramos que nada bueno nos es posible como nación, sin superar los odios, la sed de venganza y la insolidaridad; pero pareciera que nos seduce andar en contravía.
En la práctica, me gustaría ver a nuestro presidente actuando en la línea de Bill Gates cuando dijo en 2015: “si algo llega a matar a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, lo más probable es que sea un virus y no una guerra”, y en la de la periodista científica Laurie Garret cuando comenta: “las verdaderas guerras de los seres humanos deberían ser contra los gérmenes y microbios, y no entre países, razas o religiones”.
Ello me lleva a pensar en la conveniencia de revivir las discusiones que tuvieron relevancia en la década de los cincuenta, entre “seguridad para el desarrollo”, o “desarrollo para la seguridad”. También sería constructivo analizar la pertinencia y modificaciones necesarias de los conceptos sobre movilización nacional (Decreto 3398 de 1965).
Para cualquier escenario, el país y sus Fuerzas Militares tienen en el Grupo Social y Empresarial de la Defensa (Gsed) un gran activo. Él agrupa a 18 entidades, entre adscritas, vinculadas y unidades especiales, que apoyan la misión del sector Defensa en áreas como ciencia y tecnología, producción de armas y equipo militar, industria aeronáutica, educación, ciencias médicas y sanidad, defensa civil, vigilancia y seguridad privada, transporte aéreo, abastecimientos, vivienda, bienestar social, recreación y hotelería.
Estas empresas constituyen el sector descentralizado y su razón de ser está en el apoyo misional del sector central, de manera que su propósito superior está íntimamente ligado a los objetivos estratégicos del Ministerio de Defensa, en función de los intereses nacionales. De manera que, si las prioridades y el direccionamiento estratégico del Estado se enfocara hacia el desarrollo sustentable, la vida digna, las relaciones humanas y la protección de las especies, entonces, el Gsed podría potenciar su función y convertirse en una herramienta de primerísimo orden para la movilización nacional, facilitando el objetivo de superar, desde sus causas, la confrontación armada con el Eln, con las disidencias de las Farc y con otros grupos armados organizados. Para ello es condición sine qua non la efectividad en el liderazgo político, económico, militar y religioso. Y ahí surgen nuevamente las limitaciones del sentido común.
Durante la crisis que nos agobia en este momento hemos visto y agradecido algunas de las capacidades no previamente conocidas de la Fuerza Pública. En nuevos escenarios, y bajo los criterios antes expuestos, esas cualidades se potenciarían y serían aún más ostensibles.
Que todo esto pueda llegar a ser posible, o se quede en el plano de las utopías, dependerá del sentido común que nos guíe hacia adelante y en la dirección correcta. De lo contrario, continuaremos en nuestra irracionalidad.