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El tablero político francés

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Por Marc Bassets - redaccion@elcolombiano.com.co

Francia escoge a sus gobernantes para los próximos cinco años en dos tiempos y en dos meses. El 10 y el 24 de abril se celebraron las elecciones presidenciales para votar al presidente de la República. El 12 y el 19 de junio, las legislativas seleccionarán a los 577 diputados de la Asamblea Nacional. La mayoría parlamentaria determinará el Gobierno y al primer ministro.

Son elecciones a dos vueltas. En la primera de las presidenciales, participan los candidatos que consiguen un mínimo de 500 firmas o avales de alcaldes, parlamentarios y otros cargos electos. Este año eran 12. Pasan a la segunda vuelta los dos más votados. En abril fueron el presidente Emmanuel Macron y Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha.

Las legislativas son, en realidad, 577 elecciones simultáneas: cada distrito nombra a su diputado. Se clasifican para la segunda los dos más votados y quienes hayan superado el 12,5 % de los sufragios del total de ciudadanos con derecho a voto, aunque estos no lo hayan ejercido.

La Constitución francesa de 1958 otorga poderes enormes al presidente. Desde 2017 es Emmanuel Macron, que llegó al poder con escasa experiencia política. Formado en la elitista Escuela Nacional de Administración (ENA), había sido inspector de Finanzas, banquero en Rothschild, consejero del presidente socialista François Hollande y durante dos años ministro de Economía.

Ideológicamente se definía como “ni de izquierdas ni de derechas”. Se le puede describir como un centrista pragmático. Ascendió al poder con el apoyo de socialistas moderados, y gobernó en su primer quinquenio con primeros ministros de derechas. Ha combinado reformas que en Francia se consideran liberales, como la del mercado laboral, con políticas de gasto masivo en la pandemia. Tras su segunda victoria, ha nombrado primera ministra a Élisabeth Borne, adscrita al ala socialdemócrata del Gobierno.

Hay antecedentes de candidaturas y gobiernos conjuntos de la izquierda. La novedad es que no es el Partido Socialista el que domina la alianza, sino la izquierda radical o populista de Jean-Luc Mélenchon, el veterano líder de La Francia Insumisa. Su candidatura incluye a socialistas, ecologistas y comunistas. Aspira a convertirse en primer ministro.

El programa conjunto plantea, entre otros puntos, “no respetar” ciertas reglas europeas y un reparto de los distritos electorales entre los cuatro partidos del acuerdo. Se trata de que haya un candidato para no dispersar el voto.

Que el PS se haya unido a una candidatura bajo el liderazgo de Mélenchon, un político euroescéptico, anticapitalista y declarado admirador de Hugo Chávez, se explica en parte por la necesidad de supervivencia. Su candidata a las presidenciales, Anne Hidalgo, obtuvo un 1,7 % de los votos. Mélenchon, un 22 %. El acuerdo otorga 70 distritos a los socialistas, lo que podría garantizarles hasta 30 escaños, una tabla de salvación que, esperan, les permitirá sobrevivir y reconstruirse.

En las presidenciales de 2017, Marine Le Pen obtuvo casi 11 millones de votos, un 34 %. En 2022, más de 13 millones: un 42 %. No hay otro país en Europa occidental donde la extrema derecha sea tan fuerte. Además, en estas elecciones ha surgido otro candidato aún más a la derecha: el tertuliano Éric Zemmour.

El problema de la extrema derecha francesa es que no alcanza el poder. El Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen gobierna apenas una decena de los cerca de 36.000 municipios franceses. No manda en ninguna región. En la Asamblea Nacional tiene seis diputados, insuficiente para formar un grupo parlamentario.

Es probable que en junio el RN amplíe su presencia parlamentaria, pero siempre tropieza con el mismo problema: cuando pasa a la segunda vuelta, la mayoría de los votantes se unen para evitar su victoria.

El panorama político ha pasado de estar dominado por dos partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha (el PS y Los Republicanos, hermanados con el PP español) a un esquema con tres polos: el centrismo de Macron, la izquierda euroescéptica y anticapitalista de Mélenchon y la extrema derecha de Le Pen. Es probable que la próxima Asamblea Nacional reproduzca este esquema.

Los partidos tradicionales están en crisis. Macron, Le Pen y Mélenchon encabezan movimientos personalistas. Solo queda una fuerza identificada con el sistema, mientras que antes el PS y Los Republicanos compartían consensos básicos sobre Europa o la economía de mercado. Hoy una mayoría de los franceses (los votantes de Le Pen y Mélenchon) se integra en un frente de rechazo al statu quo. Con una abstención que crece, aparece una Francia dividida en clases sociales (las personas con más ingresos y nivel educativo votan a Macron, los de menos ingresos y menos diplomas a Le Pen), grupos demográficos (los jubilados, Macron; los jóvenes, Mélenchon) y territorios (las ciudades son para Macron; las zonas rurales, para Le Pen).

El País

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