Si el verdadero inventor del teléfono fue el italiano Antonio Meucci, no Alexander Graham Bell, debería conservarse el nombre original, teletrófono, que aquel le puso a ese artefacto que hoy en día se llama sólo el fijo y que yace, no reposa, en el sanalejo, el cuarto útil de las casas, porque se volvió inútil y hasta los operadores autorizados han forzado su entrada en desuso y su paso al olvido en el mismo arrume de antiguallas museales del Diccionario como el taburete, la percha, la cómoda y...