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Juan David Escobar Valencia
Columnista

Juan David Escobar Valencia

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Elecciones difíciles

Por juan David Escobar Valencia

redaccion@elcolombiano.com.co

Cada cuatro años recordamos que no logramos entender el tortuoso sistema electoral de EE.UU. de democracia indirecta, que no suma los votos de los ciudadanos directamente, sino que sirven para “instruir” en cada estado a sus delegados en un organismo compuesto por 538 de ellos, denominado Colegio Electoral, en donde volverán a votar para elegir presidente. Con razón algunos dicen que EE.UU. no es una Democracia sino un República con leyes.

Pero si este sistema electoral les parece complicado, hay casos casi surrealistas en la historia. La otrora poderosa y “serenísima” República de Venecia, que existió entre los siglos IX y XVIII, tuvo el método más rococó y fractal de escoger a su líder, El Dux. El sistema era el siguiente. De su cuerpo legislativo, el Gran Consejo, se escogían al azar 30 de sus miembros, y luego de ese grupo se elegían, también al azar, 9. Esos 9 elegían a otros 42 del Gran Consejo, de los cuales se volvía escoger al azar 12, los que posteriormente elegían un grupo de 25, que luego aleatoriamente quedaba reducido a 9. ¿Ya se perdió? No se preocupe que todavía falta. Esos 9 sobrevivientes escogían a otros 45, que nuevamente quedaban reducidos aleatoriamente a 11, quienes elegían a 41 miembros, quienes finalmente definían quién sería el Dux de Venecia. Como ven, el sistema electoral estadounidense es hasta sencillo.

En una época en Inglaterra, la elección estaba más influenciada por la condición o naturaleza de los votantes que por el número de ellos. Un hombre podía votar por su cargo, su riqueza y su educación. Tres votos por cabeza. Por eso el poeta alemán Friedrich von Schiller recordaba que en Inglaterra los votos debían pesarse, más que contarse.

Pero en muchas ocasiones en la vida, la complejidad de una elección no está vinculada con el método sino con las opciones disponibles. En política es cada vez más frecuente la dificultad de escoger un candidato, pues es un dilema parecido a preferir si te quieres morir de sida o de cáncer. O qué tal el tormentoso proceso de elección de la estudiante de último año de bachillerato que en el viaje o excursión de fin de curso a San Andrés estuvo más a la sombra que al sol, y ahora, como dice la canción de Rubén Blades, “la ex-señorita no ha decidido qué hacer” ... “Solo piensa en su desdicha y en su dilema. ¡Ay qué problema!”, no sabe si contarles o no a sus padres que pronto serán abuelos y tampoco logra elegir el nombre que le pondrá a su retoño, si “Jorge” o “11B”.

Y ¿qué decir de la duda de la señora que sabe que el esposo de su amiga tiene varias “sucursales” y no logra elegir si decírselo por “colegaje”, o no contarle por prudencia que el susodicho califica en el grado máximo de la escala “Roy Barriers” de deslealtad y traición?.

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