Las últimas dos semanas tuve la oportunidad de asistir, en Argentina, al Encuentro de Empresas B Latinoamericanas y en Los Ángeles al encuentro Global de Empresas B. Una experiencia fascinante. Lo que me queda claro es que el mundo está cambiando y que el propósito que rige a los empresarios de hoy es pasar de ser “la mejor empresa del mundo a ser la mejor empresa para el mundo”. En efecto, hoy día las empresas están repensando su papel en la sociedad. No se trata únicamente de generar utilidades a sus inversionistas sino, más bien, en mejorar las condiciones de bienestar laboral y en cómo minimizar los impactos en el medio ambiente, inclusive pensando en cómo regenerar los ecosistemas naturales.
Ilusiona ver cómo los asistentes, la mayoría emprendedores, conciben sus empresas no solo con innovación sino con un propósito superior más allá del beneficio económico. La verdad, se siente cómo cada vez la preocupación por el bienestar y la sostenibilidad del planeta llegan para quedarse. No creo que haya empresarios (políticos sí) que subestimen los impactos del calentamiento global que vivimos.
Es cada vez más preocupante y exige que seamos más proactivos con acciones no solamente personales sino también de mercado. La realidad es que todo lo que hacemos al planeta tiene una consecuencia, que también hay que decirlo, se pueden mitigar si así lo queremos. Dejar de usar el carro, utilizar más el trasporte público, reciclar, acciones sencillas que tienen un gran impacto en el mediano y largo plazo para el planeta. Pero, también las empresas, deben ser más conscientes de sus procesos productivos y de manera innovadora implementar acciones para mejorar sus impactos en el medio ambiente.
En estos casos, cuando tenemos posibilidades de impactar de manera directa en un problema que afecta a todos, cuando está en nuestras manos devolver más de lo que recibimos, aparece el concepto de regeneración. Esta palabra la he venido escuchando hace poco y me parece muy poderosa. Esto porque no solamente permite construir desde la visión del triple impacto, es decir, social, ambiental y económica, sino también desde el ángulo empresarial.
Todo esto se concatena y ha derivado en que el consumidor, tal como pregona el Sistema B a nivel global, es un votante que escoge productos y que cada vez lo hace más pensando en el tipo de empresa que apoya al comprar algo. El consumidor de las nuevas generaciones cuando está en supermercado ha empezado a elegir en función de productos que tengan menos impactos ambientales y de empresas que brinden excelentes condiciones de bienestar laboral a sus empleados.
Estas nuevas fuerzas del mercado implican esfuerzos en las empresas nacientes, pero más que nada de las ya constituidas. Ningún cambio es sencillo. Sin embargo, debemos emprender el camino de entregar un mundo mejor a las generaciones actuales y venideras. Lo importante es que esa misión aún está en nuestras manos. Seguramente industrias menos complejas por abordar estos caminos frente a otras, pero al final lo valioso es la determinación de iniciar esta ruta por un mundo mejor.