En estos días, un empresario de Medellín me compartió esta historia, que me hizo reflexionar bastante, sobre el estilo de vida y la ética de trabajo que personificamos.
En cierta ocasión, un joven llegó a un campo de leñadores con el propósito de obtener trabajo. Habló con el responsable y este, al ver el aspecto y la fortaleza de aquel joven, lo aceptó sin pensarlo y le dijo que podía empezar al día siguiente. Durante su primer día en la montaña trabajó duramente y cortó muchos árboles. El segundo día trabajó tanto como el primero, pero su producción fue escasamente la mitad del primer día. Al tercer día se propuso mejorar su producción. Desde el primer momento golpeaba el hacha con toda su fuerza contra los árboles. Aun así, los resultados fueron nulos. Cuando el leñador jefe se dio cuenta del escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó: “¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?” El joven respondió: “Realmente, no he tenido tiempo... He estado demasiado ocupado cortando árboles”. El leñador jefe le respondió: “Has de saber, que si no dedicas tiempo a afilar tu hacha, todo el esfuerzo que emplees, será en vano”.
Vivimos muchas veces una vida acelerada, llevada por la ilusión de que si trabajamos somos más productivos y nuestro rendimiento es más alto. Conozco a emprendedores y a ejecutivos que si no trabajan el fin de semana sienten culpa. El lema:” trabajar, trabajar, trabajar”, es empleado a veces para significar la ética del trabajo que caracteriza a los paisas. Pero esta es una visión que no solo puede conducir a un grave agotamiento, sino que, a un rendimiento más bajo, al desgaste de las relaciones, a la disminución de la motivación. Es una actitud, además, que desconoce la importancia del ocio, lo que en el cuento se refiere a la importancia de afilar el hacha.
De hecho, es durante los momentos de ocio cuando se forman nuevas rutas neuronales, algo así como cuando los músculos crecen y se sanan al descansar después del ejercicio. Por ejemplo, Walter Benjamin, en su ensayo The Storyteller, argumenta que el ocio tiene una relación positiva con la literatura. Además, dice el filósofo alemán, la creatividad requiere de la relajación, sin la cual no es posible asimilar. Para Benjamin, ocio y relajación son sinónimos. Bajo este principio, por ejemplo, el psicoanalista Oliver Sacks, cada día después del almuerzo, caminaba alrededor de la cuadra y tocaba el piano durante varios minutos. El ocio debería ser una actividad diaria. En Medellín hay empresas que hacen del ocio un pilar de su cultural organizacional, como, por ejemplo, Mattelsa, para quienes el ocio consiste en “tener tiempo suficiente para hacer todo aquello que produzca felicidad. Tiempo de calidad para compartir con la familia, los amigos o la pareja; generar espacios que permitan crear una desconexión que abra rutas mentales y permita tener una visión mucho más amplia de todo lo que nos rodea”. Que este fin de semana, entonces, lo vivamos promoviendo el ocio; enfoquémonos a afilar el hacha.