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Jorge Ramos
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En tierra mexicana, más allá de la muerte

Por Jorge Ramos

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No va a ser fácil que entierren a Basilio en Cuautla, México. Es caro, complicado, lleno de requisitos burocráticos y más aún cuando hay que trasladar sus cenizas desde Nueva York en medio de la pandemia.

Tuvo que pasar un mes y cuatro días para que Félix Pinzón pudiera incinerar los restos de su hermano Basilio, de 45 años y quien contrajo el virus en Nueva York. Las funerarias de la ciudad no se daban abasto. Y todavía no tiene el acta de defunción. Así no lo puede repatriar a México.

- “¿No se le ocurrió a Basilio que lo enterraran en Nueva York, donde trabajó durante tantos años?”, le pregunté a su hermano Félix.

- “No”, me contestó. “Estoy seguro que Basilio hubiese querido regresar con los suyos, con su familia”. La esposa y los hijos de Basilio viven en México. “Es algo obvio que todos los mexicanos tenemos; no quedar lejos de nuestra tierra. Prácticamente toda nuestra familia está en México”.

Más de mil mexicanos han muerto en Estados Unidos por la pandemia y muchos de ellos no querían que los enterraran aquí. Tenían, con sus amigos y familiares, un acuerdo tácito: si me muero en Estados Unidos, llévenme a México para enterrarme.

Esto forma parte de una larga tradición que quedó grabada en una canción de Jorge Negrete: “México lindo y querido, si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí...”.

La gran mayoría de las muertes de mexicanos en Estados Unidos han ocurrido en el estado de Nueva York, donde la pandemia atacó con mayor crueldad. Hay tantos poblanos trabajando en la ciudad de Nueva York que muchos le llaman Puebla York. Y, por lo tanto, le ha tocado al consulado de México en Nueva York lidiar con la dolorosa y compleja tarea de repatriar los restos de sus connacionales. Hay más de 500 solicitudes de repatriación entre los 687 mexicanos que han muerto de coronavirus en Nueva York, según me comunicó un portavoz del consulado.

Es más fácil, y menos caro, regresar cenizas que cuerpos. Pero hay muchos inmigrantes mexicanos que no lo pueden pagar. “Nuestras ayudas van hasta 1.800 dólares por cada caso”, me informó el cónsul general de México en Nueva York, Jorge Islas. Como el edificio del consulado sigue cerrado, su personal está operando de forma remota y expidiendo documentos de emergencia. “Tenemos una tradición cultural muy fuerte con respecto a los difuntos, que se remonta a la época mesoamericana. Es llevarlos a sus lugares de origen. La gente nos dice: quiero tener un lugar a donde yo pueda ir a rezarle, a llorarle y cada año llevarle flores. Es algo nuestro”, me dijo el cónsul.

“Nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta”, escribió Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, uno de los libros que mejor explica el comportamiento de los mexicanos. Decía Paz que “para los antiguos mexicanos la muerte no era el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito”.

Y precisamente para que ese ciclo no se rompa, hay que regresar a México. Los mexicanos se están yendo de Estados Unidos en grandes números, vivos o muertos. Con pandemia o sin ella.

Para muchos mexicanos Estados Unidos ya no resulta un país tan atractivo para trabajar, vivir y formar una familia como lo era antes. Desde el 9/11 hay un creciente clima antiinmigrante que se ha intensificado con Donald Trump en la presidencia.

Nadie desea ser un inmigrante. El inmigrante es obligado a serlo por razones económicas o políticas. Y por eso no resulta tan extraño que, en caso de muerte, muchos mexicanos hayan preferido que los regresaran a su país de origen.

No hay nada más personal que el decidir dónde quieres que te entierren. Desde la tardía cremación de Basilio, el 4 de mayo, Félix no ha podido enviar, todavía, los restos de su hermano a México. Pero no va a parar hasta lograrlo. “Es algo normal que cualquier mexicano desea regresar a su patria y ser sepultado allá”, me dijo. Las lealtades de Basilio siempre estuvieron claras.

México lindo y querido....

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