Este país no mejora acudiendo a la Virgen de Chiquinquirá ni a la de Fátima. Tampoco a la del agarradero. No. Urge es una profunda transformación socioeconómica y política, sobre la base de que lo más importante es el ser humano y todo lo que le da sentido y le permite vivir con sus necesidades básicas resueltas. No valen más un pozo ni una mina ni un auto.
El coronavirus nos ha sacudido hasta ver que no podemos seguir como venimos. Hay que cambiar muchas cosas, un proceso de años pero de esta crisis debemos salir con esa convicción. Comenzando por el acceso universal a los sistemas sanitario, que garantice prevención y atención oportunas, y educativo, que permita a la persona desarrollar capacidades y aprender a adquirir y generar conocimiento y valerse por sus propios medios.
Eso no cae del cielo. Tampoco cae una legislación laboral para que ese ciudadano reciba una remuneración justa para una vida decente y un retiro tranquilo en su momento.
Menos llegará por obra divina un Estado que facilite la consecución del techo dónde guarecerse, y permita al campesino trabajar la tierra y proteja su producción (incluidos recursos para sembrar y compra de cosecha a quienes sustituyan cultivos ilícitos).
No podemos continuar con gobiernos que favorecen al gran capital afectándose la inversión social en asuntos que garanticen una vida digna.
Tampoco se puede continuar arrasando el territorio sin importar su riqueza, que no es solo petróleo ni oro, sino selvas, aguas y vida. Si aquellos son importantes, su obtención no puede sacrificar lo demás. El uso de la naturaleza debería estar en las cuentas nacionales.
Necesitamos cambiar. No para quitarle nada a nadie, sí para que quienes más tengan paguen más sin exenciones, incluidos tributos proporcionales sobre la tierra: no tiene presentación que terratenientes no tributen lo justo.
Un gobierno al que interese frenar la corrupción, detener la violencia, que le duelan los asesinatos de líderes, de indígenas y de excombatientes. De cualquier ciudadano. Y un aparato judicial independiente sin favorecimientos.
Un Estado que llegue desde La Guajira al Amazonas y del Pacífico a los límites orientales con servicios de salud y educación, vivienda, protección al campesino, todo eso que hoy se reserva para el territorio central.
El coronavirus nos ha enrostrado que somos un país demasiado desigual e injusto y no hay virgen que nos saque de eso (invocada a conveniencia por dirigentes y gobernantes).
Maullido: urge reabrir consultas médicas. Mucho daño con ellas cerradas.