El 14 de julio de 1789, en París, las masas enfurecidas se tomaban la Bastilla, mítica prisión y símbolo del poder real. Mientras ello ocurría, Luis XVI se encontraba de cacería en las tierras cercanas a Versalles cuando un aturdido mensajero prorrumpió exclamando: “¡Su majestad, han tomado la Bastilla!” “¿Es una revuelta?” preguntó este con ingenuidad. “No”, contestó el mensajero, “es una revolución”.
El rey no entendió el mensaje ni tampoco fue capaz de comprender que con los sucesos parisinos del 14 de julio de 1879 se iniciaba una revolución que lo llevaría a la guillotina y acabaría con el Antiguo Régimen. Las revoluciones tienen lugar cuando no hay ninguna otra salida. Por esos días, el abate Emmanuel Sieyès escribió un libelo en el que se leía: “¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora? Nada”. El Tercer Estado estaba compuesto por aquellas clases sociales que no eran la nobleza ni el clero, las cuales tras convocar una Asamblea Constituyente hicieron la primera constitución burguesa, que le puso fin al orden de la aristocracia y el clero.
El presidente Duque, al igual que el decapitado rey, no ha podido comprender los signos de nuestro tiempo, entender que esto no es una revuelta, ni un festín de vándalos, ni obedece a la lógica de la “revolución molecular disipada”, sino que es una revolución social y democrática, de los jóvenes, las mujeres, los indígenas, en la cual se protesta para cambiar el orden actual de pobreza e inequidad y para crear unas nuevas reglas básicas para asegurar educación pública, salud pública, justicia, y el derecho de disentir sin represión.
Este movimiento social se inició en 2019, Duque lo enredó con comisiones y leguleyadas, pero despertó nuevamente y con más fuerza como consecuencia de la desesperación que produce el aumento de la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades a las que están sometidos los grupos más pobres de la población, —nuestro Tercer Estado— que, según el Dane, lo constituyen más de 21.000.000 de personas, y además 7.420.265 no ganan para comprar la magra canasta básica de $145.004 por persona al mes. Vuelve y juega Sieyès: nuestro Tercer Estado, ¿qué ha sido hasta ahora? Nada. ¿Qué busca ser? Todo.
Lo que muestran estas cifras es parte del problema social y político que tiene Colombia, el cual no puede ser negado por la clase política y económica dirigente, ni minimizado, ni reducido afirmando que es un paro dirigido por el castrochavismo. La clase política y la élite económica han sido indolentes por años ante los serios problemas del país. Se han enriquecido mediante un sistema tributario construido para favorecer a los más ricos. La corrupción, de la que las élites han sacado el máximo provecho, alcanza montos anuales superiores al 7 % del PIB. Han inclinado el sistema de las reglas básicas de la sociedad a su favor. Esta revolución social y democrática buscará equilibrar este sistema en función de las necesidades de los pobres, los indígenas, los campesinos, los estudiantes