Dice el científico francés Pablo Servigne que en 2030 se producirá un hundimiento social que nos obligará a despedirnos de la confianza en el progreso. Dice que sus hijos no conocerán las jirafas y que él no tendrá una pensión. Drama total, como si el hundimiento social fuera eso. Quiero decir, que me sorprende la gente de cuarenta que habla de sus futuras pensiones como si tuvieran garantías de estar vivos para cobrarlas dentro de casi treinta años. Me parecen unos optimistas los nuevos distópicos. Así, el desastre que se avecina se parece cada día más a la utopía y se está convirtiendo en una nueva forma de idealismo. Pero no nos engañemos, la distopía no es eso que viene, sino algo que ya está aquí. Y la única cuestión es qué vamos a hacer con ella.
Arundathi Roy ha escrito a gritos (porque su texto era un grito) desde India sobre cómo estamos siendo testigos de un crimen contra la humanidad. La leo y veo las llamas ardiendo en las imágenes, los miles de muertos, la falta de oxígeno, los crematorios en parques públicos. Y pienso que este debe ser el hundimiento social de 2030, que ya está aquí. Efectivamente no hay jirafas.
Por eso el científico francés Pablo Servigne, como todos los catastrofistas contemporáneos, me parece un nuevo tipo de soñador. Él asegura que cuando nos demos cuenta de que el progreso ha fracasado, nos iremos a los bosques a colaborar unos con otros. Dice que cortar leña entre todos será una forma de ayuda mutua en invierno y que cuando el fracaso sea por fin total, seremos felices con nada porque nada necesitaremos. Se está convirtiendo en algo muy burgués lo de asegurar que carecer de todo será la salvación... Antes era más propio de sectas religiosas tipo amish.
Las distopías siempre han estado ahí, pero por primera vez se están convirtiendo en una forma de idealismo. Triunfan en todas las plataformas con fantasías cada vez mejor adaptadas a cada paladar.
Amenazar con un futuro aterrador es siempre una postura conservadora que paraliza el alma y el pensamiento. Y de paso nos impide ver lo que tenemos delante de la nariz. No hay que esperar a vivir treinta, cincuenta o cien años. Vivimos ya en el peor de los mundos. ¿Y ahora qué? Un poco de grandeza para nuestro final, por favor. Al final, solo moriremos una vez. El progreso material ha fracasado, pero el progreso moral sigue siendo posible y depende además de cada uno. Imagínate que el peor de los mundos empezara mañana. ¿Qué harías con tu vida? ¿Y con la de los demás? Pues eso