No estábamos buscando lo que encontramos.
Mi grupo de investigación estaba tratando de determinar cuánto fósforo transportaba el viento y la lluvia a algunas de las regiones más remotas del oeste y cómo este nutriente podría afectar a lagos y arroyos. Para hacerlo, tomamos muestras de polvo en 11 lugares dispersos, desde el Parque Nacional Joshua Tree, en California, hasta Wind River Range, en Wyoming.
De vuelta en el laboratorio, mirando las muestras a través de microscopios, pudimos ver polen, partes de insectos y trozos de minerales, todo lo cual habría sido un día más en la vida de un científico del polvo. Pero lo que lo hizo diferente fue un intruso inesperado: pequeños trozos de plástico, la mayoría de microfibras sintéticas utilizadas para hacer ropa. Estaban en todas nuestras muestras. Y muchos de ellos.
Había tanto microplástico que calculamos que hasta el 6 por ciento de los polvos en esos lugares remotos son microplásticos y que más de 1000 toneladas métricas se depositan en esos lugares cada año por el viento y la lluvia. Algunos llegaron desde ciudades cercanas, pero la mayoría provenía de lugares mucho más lejanos y representaban décadas de desechos plásticos. Cuatro colegas y yo publicamos recientemente nuestros hallazgos en la revista Science.
Este desperdicio se ha vuelto tan omnipresente que ahora está en el aire que respiramos. A los microplásticos en el aire no les importa en qué lugar vive. Prevenir un vertedero en su comunidad no limitará su exposición. Y todavía hay muchas preguntas. Si el polvo en el Gran Cañón contiene microplásticos, ¿cuántas de estas pequeñas partículas de plástico están en el polvo de la ciudad? ¿Qué tan alto se elevarán las concentraciones de microplásticos en el aire? ¿Qué efecto están teniendo en el medio ambiente? ¿Son los microplásticos más tóxicos que otras fuentes de contaminación atmosférica mejor comprendidas, como los polvos naturales e industriales?
Todos sabemos que plásticos inhalados pueden producir inflamación y lesiones en los pulmones, y se sospecha que la exposición repetida resulta en problemas respiratorios como asma y cáncer. Inhalar microplásticos podría también aumentar la exposición a otras sustancias tóxicas y cubiertas asociadas con plásticos y su manufactura.
El polvo natural, que incluye los polvos generados por los humanos, y los polvos industriales también pueden contener componentes peligrosos, como el patógeno Coccidioides, un hongo del suelo que causa la fiebre del valle, que puede producir síntomas similares a los de la gripe. Los polvos industriales, urbanos y agrícolas a menudo contienen metales pesados y toxinas sintéticas. La contaminación del aire exterior causa aproximadamente siete millones de muertes prematuras al año y se asocia con enfermedades pulmonares, incluso cuando se ajustan a los factores de riesgo subyacentes. Esas estadísticas probablemente incluyen algunos de los efectos del plástico. Se sabe desde hace décadas que podemos respirar microplásticos. Simplemente no hemos apreciado completamente la escala del problema.
No nos deben sorprender estos descubrimientos. En el 2018, unas 359 millones de toneladas de plásticos fueron producidas a nivel mundial. Los plásticos son útiles, claro, y los necesitamos para medicinas, seguridad alimentaria y tecnología. ¿Pero realmente necesitamos decoraciones plásticas para el jardín en las fiestas? Esta crisis de polución plástica parece tener tanto que ver con la industria como con elecciones del consumidor. Un estudio de 2017 en la revista Science Advances estimó que “si las tendencias actuales de producción y gestión de residuos continúan, aproximadamente 20 mil millones de toneladas métricas de residuos plásticos estarán en vertederos o en el medio ambiente natural para 2050”.
Los movimientos contra la contaminación por plásticos han llevado a prohibiciones de pitillos plásticos y bolsas de plástico, y microperlas en cosméticos. Pero los microplásticos transportados por el aire provienen principalmente de la ropa, los neumáticos de automóviles y la fragmentación de productos y envases utilizados brevemente y luego desechados, a veces hace décadas.
Reducir el desperdicio de plástico significa apuntar a la comodidad y conveniencia del consumidor, y ofrecer alternativas sostenibles a los plásticos para aquellos en todos los peldaños de la escala económica.
El camino a seguir para solucionar este problema no está claro, pero indudablemente requerirá cambios radicales e incómodos. Asumir este problema requiere comprenderlo, y como nuestros hallazgos subrayan, una cosa está clara: estamos respirando microplásticos. Eso no puede ser bueno