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¿Estamos viviendo en una simulación?

$Creditonota

Por Farhad Manjoo

redaccion@elcolombiano.com.co

Imagina que, cuando tus bisabuelos eran adolescentes, tuvieron en sus manos un novedoso aparato: el primer sistema de entretenimiento de realidad virtual totalmente envolvente del mundo. Este dispositivo era una elegante banda para la cabeza con electrodos que, de alguna manera, se introducía directamente en el sistema perceptivo del cerebro humano y sustituía todo lo que el usuario veía, oía, sentía, olía e incluso sabía mediante nuevas sensaciones creadas por una máquina.

Tus bisabuelos se conocieron con esos aparatos y sus hijos, tus abuelos, rara vez se encontraron con el mundo fuera de ellos. Las generaciones posteriores —tus padres y tú— nunca lo hicieron.

Todo lo que has conocido, todo el universo que llamas realidad, te lo ha dado una máquina.

Ese es el tipo de escenario en el que sigo pensando cuando reflexiono sobre la hipótesis de la simulación: la idea, últimamente muy discutida entre tecnólogos y filósofos, de que el mundo que nos rodea podría ser una invención digital, algo así como el mundo simulado de un videojuego.

¿Por qué deberíamos considerar que la tecnología podría crear simulaciones indistinguibles de la realidad? E incluso si eso fuera posible, ¿qué diferencia supondría el conocimiento de la simulación para cualquiera de nosotros, atrapados en el aquí y el ahora, donde la realidad se siente real de una manera demasiado trágica?

Un nuevo libro del filósofo David Chalmers, Reality+: Virtual Worlds and the Problems of Philosophy, me ha convertido en un simulacionista empedernido.

Después de hablar con Chalmers y de leerlo, he llegado a creer que el mundo de la realidad virtual que se avecina podría considerarse algún día tan real como la realidad. Si eso ocurre, nuestra realidad actual quedará en entredicho de inmediato; después de todo, si pudimos inventar mundos virtuales significativos, ¿no es plausible que alguna otra civilización en algún otro lugar del universo también lo haya hecho? Pero si eso es posible, ¿cómo podemos saber que no estamos ya en su simulación? Chalmers escribe que “la probabilidad de que seamos simulaciones es de al menos un 25 por ciento, más o menos”.

Chalmers es profesor de Filosofía y es muy conocido por haber acuñado la frase el “problema difícil de la conciencia”, que, a grandes rasgos, es una descripción de la dificultad de explicar por qué una determinada experiencia se siente como tal para el ser que la experimenta.

Dice que empezó a pensar de manera profunda en la naturaleza de la realidad simulada después dedarse cuenta de que la tecnología ya es tan buena como para crear situaciones que se sienten visceralmente reales.

La realidad virtual avanza ahora con tanta velocidad que parece bastante razonable suponer que el mundo dentro de la RV podría ser algún día indistinguible del mundo fuera de esta. Chalmers dice que esto podría ocurrir dentro de un siglo; no me sorprendería que superáramos esa meta dentro de unas décadas.

En el momento en que se produzca, el desarrollo de la realidad virtual realista será una revolución, por razones tanto prácticas como profundas. Si la gente puede revolotear fácilmente entre el mundo físico y los virtuales que se sienten exactamente como el mundo físico, ¿cuál deberíamos considerar como real?

Se podría decir que la respuesta es claramente la física. Pero, ¿por qué? En la actualidad, lo que pasa en internet no se queda en internet; el mundo digital está tan profundamente arraigado en nuestras vidas que sus efectos repercuten en toda la sociedad. Después de que muchos de nosotros pasamos gran parte de la pandemia trabajando y socializando en línea, sería una tontería decir que la vida en internet no es real.

La conclusión de Chalmers es esta: “La realidad virtual no es lo mismo que la realidad física ordinaria”, pero, debido a que sus efectos en el mundo no son fundamentalmente diferentes de los de la realidad física, “es una realidad genuina de cualquier manera”. Por lo tanto, no deberíamos considerar los mundos virtuales como ilusiones escapistas; lo que sucede en la realidad virtual “realmente ocurre”, y cuando sea lo suficientemente real, las personas podrán tener vidas “totalmente significativas” en la realidad virtual.

Esto nos lleva a lo profundo e inquietante de la llegada de la realidad virtual. ¿Cómo podríamos afrontar esta situación en un mundo digital mucho más realista? ¿Podría el mundo físico seguir funcionando en una sociedad en la que todo el mundo tiene uno o varios alter ego virtuales?

No lo sé. No tengo muchas esperanzas de que esto salga bien. Deberíamos empezar a reflexionar seriamente sobre los posibles efectos de los mundos virtuales ahora, mucho antes de que sean tan reales que sea demasiado tarde 

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