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Juan David Ramírez Correa
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Juan David Ramírez Correa

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Estilo visceral

Por Juan David Ramírez Correa - columnasioque@gmail.com

El 31 de diciembre el gobierno anunció un cese al fuego bilateral con algunos de los grupos armados escogidos para la llamada Paz Total.

“Es un acto audaz que obliga a las organizaciones armadas y al Estado a respetarlo”, dijo, con emoción, el presidente Gustavo Petro. Era su gran regalo de año nuevo.

Una bomba política.

Petro empezaba a cumplir con su camino hacia la Paz. Liberaría la tensión que hay por la violencia en las regiones. La inflación pasaría a ser un asunto secundario y abonaría el camino para que algunos bajen la guardia y quiten su mirada de la incertidumbre económica y social existente por la falta de claridad en estos primeros meses de gobierno.

Poco tiempo pasó y el Eln desmintió la noticia. Todo indica que el Ejecutivo no les consultó ni a las Fuerzas Militares ni a la guerrilla. Otty Patiño, negociador del Gobierno, reconoció que era solo una propuesta y que nunca “se llegó a una conclusión”. Petro la dio como un hecho acordado y la anunció.

Tremendo bluff. El Estado iba a entrar en tregua y el enemigo seguiría en lógica de combate.

Por esos días, el gobierno anunció también el levantamiento de las órdenes de captura de 16 cabecillas de bandas criminales para crear “puentes” de negociación con estos grupos ilegales.

La cosa no salió como esperaban. Por encima de las interpretaciones que tuviera el gobierno, desde lo constitucional era imposible hacerlo. Lo dijo el fiscal General: estos tipos no tienen carácter político, la única forma para tratarlos con benevolencia es bajo el sometimiento a la justicia.

Petro reconoció que el fiscal tiene razón en algunos puntos y que no es como ellos quieren.

La semana pasada, en Davos, durante el Foro Económico Mundial, Felipe Bayón, presidente de Ecopetrol, aseguraba con argumentos y mucho fundamento, que Colombia puede hacer una transición energética sin dejar la producción de hidrocarburos.

En paralelo, la ministra de Minas y Energía decía: “no habrá más contratos de exploración”. El deseo del gobierno de ser un salvador planetario puso al país en una posición polémica y tiró al piso la posición realista, sesuda, sostenible, responsable y de avanzada de Ecopetrol sobre el camino hacia las energías limpias.

El domingo la ministra trinó desmintiendo lo que ella misma dijo: “No hemos hablado de acabar con contratos de exploración y explotación de petróleo y gas...”. Sí, pero no; no, pero sí. Quizás se dio cuenta de que el país necesita los ingresos del petróleo, lo cual no excluye una transición energética sostenible.

Conclusión: decisiones y anuncios viscerales, que se vinculan intensamente con lo emocional y llevan a acciones que no se pueden evitar, que incluso escapan a la razón o la lógica.

Este gobierno tiene un gusto particular por eso, especialmente al decir: “estamos haciendo”.

Gobernar no puede ser un asunto de riñón. Para bajar esa visceralidad no sobra recordarle al gobierno un buen consejo, de esos de mamá: “Con fundamento, por favor”.

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