Por Sara Alejandra Marín
Universidad de Antioquia
Periodismo, semestre 5
saralejandramarin@gmail.com
Antioquia es un departamento hermoso, los caminos de los pueblos que recorren las montañas parecen llegar al sol, sin embargo por estos caminos ha pasado también el horror de la guerra.
Antioquia es el departamento que más ha sufrido el conflicto armado a nivel nacional, con una cifra de víctimas registrada de 2.043.984, según la Unidad de Víctimas, seguido por Santander y Norte de Santander.
Por nuestro departamento han transitado múltiples actores armados: los frentes diecinueve y noveno de las Farc, el Eln y diversos grupos paramilitares como las Auc (Autodefensas Unidas de Colombia), al igual que grupos delincuenciales dedicados al tráfico de drogas.
La presencia de esos grupos marcó de forma significativa el acontecer diario en todo el territorio, pero se sintió con más fuerza en los pueblos y regiones, donde muchas veces tuvieron un control social y político marcado por la violencia.
La semana pasada en el territorio antioqueño se presentaron dos hechos que recordaron aquella época llena de sangre, de una pesadilla que nadie quiere volver a vivir.
El primero de estos hechos fue el homicidio de Hernando García Vásquez, candidato a la alcaldía de Toledo por el Centro Democrático, y el segundo suceso fue el asesinato de cuatro soldados en el Bajo Cauca durante un enfrentamiento con “el Clan del Golfo”.
Tras estos hechos es importante reflexionar y reconocer que ninguna vida vale más o menos por su filiación política, y que a medida que nos vamos acercando a la zona periférica del departamento nos topamos de frente con realidades muy diferentes a las que conocemos en la ciudad.
Desde Medellín y su área metropolitana nos debe importar lo que suceda en las periferias del departamento, en las zonas alejadas, en las zonas rurales. Tenemos que dejar de lado la indiferencia y con ella la idea errónea de pensar que “si un hecho no me afecta de manera directa” pierde valor.
El Gobierno Nacional en este tipo de casos presenta grandes fallas, pues tiene una tendencia a operar de forma reactiva, o como se dice comúnmente “cuando ya no se puede hacer nada” y no de forma preventiva.
Las fallas se tienen que combatir de raíz para evitar que nuestro departamento se vea de nuevo sumido en el infierno de la guerra, en el infierno que supone el miedo.
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