Por María Bibiana Botero C.* - www.proantioquia.org.co
El próximo 19 de abril el maestro Fernando Botero cumplirá 90 años. Se ensancha el corazón al decir que es uno de los artistas vivos más importantes del mundo y que su obra, su decisión de mantenerla cerca de nosotros, fue una señal profunda de amor y abrazo para esta región llena de matices, diversidad, angustias, y alegrías. Las mismas que vemos en sus pinturas y esculturas.
Las decisiones que el maestro tomó frente a cada centímetro de la obra que donó a Medellín son potentes y contienen una grandiosa y ejemplarizante carga emocional y de memoria colectiva.
Las nuevas generaciones quizás no tienen en mente otras épocas duras que vivimos, con atentados terroristas, desolación, miedo y llanto.
Uno de esos hechos de horror ocurrió hace 27 años en el parque San Antonio, centro de Medellín. Un paquete con una carga de dinamita fue abandonado en una de las esculturas de Botero. Una hermosa ave de bronce quedó hecha trizas. Ese día murieron 23 personas y un centenar más quedaron heridas. ¡Dolor!
El maestro reaccionó y en un comunicado escribió: “Quiero que la escultura quede como recuerdo de la imbecilidad y de la criminalidad de Colombia”.
Y la escultura se quedó. El pájaro herido estuvo un par de años en solitario hasta que en el 2000 el maestro donó a la ciudad un ave idéntica a la destruida. Los dos pájaros permanecen juntos y son una imagen que nos revuelca los sentimientos: nunca olvidar el horror, memorizar nuestras heridas, levantarnos y volver a creer.
Ese mismo año, como un viento de alegría y esperanza, llegó la donación más generosa, parte de la colección personal del maestro, al Museo de Antioquia. Hoy, ese espacio resguarda 188 piezas que representan la mayor colección en el mundo del artista y que incluye algunas de sus obras más sublimes y expresivas creadas luego de la muerte de su hijo Pedro. Entregar estas piezas, en las que se refleja su intenso dolor y amor por su hijo, fue una muestra bondadosa del sincero cariño que Botero siente por Medellín, su ciudad natal.
“Que todos sepan que esas obras son para contemplarlas, para tener el placer de mirarlas cuantas veces se desee”, dijo el maestro cuando entregó su primera gran donación.
Sus pinturas y esculturas, quedó por escrito, están bajo el amparo exclusivo del Museo de Antioquia, de ahí no pueden salir, salvo para regresar a su dueño. Su anhelo y mandato son claros: cuidar su obra pasa por abrazar, conservar y mantener vivo este bello edificio que custodia su deseo y voluntad.
Nuestra mejor muestra de gratitud y lealtad es celebrar su vida, salvaguardar su obra y que en cada contemplación hacia ella nos invada el asombro y la admiración por el talento y rebeldía de Botero.
“Mi alma sigue y no se ha ido nunca de Antioquia”, ha dicho usted, maestro. Justo ahí es donde esperamos y anhelamos que esté siempre. ¡Feliz cumpleaños y gratitud eterna!
* Presidente ejecutiva de Proantioquia.