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Ramiro Velásquez Gómez
Columnista

Ramiro Velásquez Gómez

Publicado

Fracaso institucional

Ituango es clara muestra de que la institucionalidad colombiana es un fracaso. Solo funciona cerca de las grandes ciudades, lo demás es territorio donde la violencia hace y deshace con sus pobladores y el Estado solo se manifiesta, por lo general, de manera esporádica con algunas obras y ejército o policía.

Los desplazamientos en esta población del norte de Antioquia tienen más de 15 años. Ningún gobierno de este siglo ha sido capaz de devolverles la paz a sus habitantes, de la que gozaron solo un año, después de la firma de los acuerdos (esos que el gobierno de Iván Duque se encargó de desbaratar).

Pero los ituanguinos sabían que esa calma no iba a durar. La región es importante para el tránsito de toda clase de delincuentes porque comunica a través del Paramillo con Córdoba, Bolívar y Urabá. El espacio que dejaron las Farc fue copado por otros (como en todo el país).

De Santa Lucía se tuvo que trasladar una de las zonas de concentración de excombatientes porque los estaban matando: una región sin ley ni dios. Tanto que cuentan habitantes que en algunas de las veredas que sufren hoy el desplazamiento había presencia militar. ¿Entonces?

Y no todas son selváticas ni aisladas. ¿Cómo es posible que se tenga que desocupar un corregimiento como La Granja, que tiene más de 2000 habitantes? Increíble.

Pocas cosas más humillantes que ser desplazado por la violencia. Dejar tierras, pertenencias, cultivos y animales y correr para ponerse a salvo. Una situación recurrente en ese país periférico que no importa a los gobiernos: 6,5 millones de colombianos sufren desplazamiento interno. Somos el segundo país que más vive esta dolorosa e injusta situación.

En 2020 hubo 32.217 desplazados en 106 eventos. Antioquia fue la segunda, con 6.412 personas que tuvieron que dejar atrás su vida.

Lo que sigue es película vieja: consejos de seguridad inútiles, acompañamiento a los campesinos para retornar, a las pocas semanas o meses se retiran los soldados y poco después surge otra intimidación y a salir corriendo.

Un ciclo indignante, y empobrecedor: regresar para no encontrar animales ni cultivos. Y sin ayuda.

Como me dijo un ituanguino, los violentos se burlan de frente del Estado y su gobierno. Cuando quieren, expulsan a la gente; cuando quieren, le permiten volver. Es denigrante para cualquier autoridad, menos para las nuestras.

Ahora es Ituango, pero sucede en Chocó, Cauca, Córdoba, Bolívar, Nariño, Norte de Santander, la Amazonia y la Orinoquía. Allí mandan otros.

Duele esa Colombia olvidada.

Maullido: ojo, muchos piensan que vacunado quiere decir libre de covid-19

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