Una de las cosas que puede pasar después de la recesión que está comenzando en todo el mundo, es una gran depresión, que tendría la forma de L, lo que significa una lenta recuperación. Eso es lo que vaticina Nouriel Rubini (The coming greater depression of the 2020s), el prestigioso analista que se hizo famoso por haber avizorado, como casi nadie, la crisis financiera de 2007-09. Eso va a ser así, según él, por diez terribles tendencias que pueden surgir por la crisis sanitaria. Cada una más grave que la otra.
Vale la pena mencionar algunas, aunque cada una merecería un comentario más a fondo. La primera es algo que ya se sospecha. Después del aumento de los déficits de los gobiernos, que puede llegar al 10 % del PIB en algunos casos y que es indispensable para paliar la crisis y sus efectos, vendrá la deuda, el empobrecimiento para poderla honrar, en el caso de la pública, y las quiebras y los incumplimientos para los deudores privados. La consecuencia es una anémica recuperación.
A Rubini también le preocupa el riesgo de una deflación. Esta se daría porque muchos bienes dejaron de producirse, hay capital inutilizado, desempleo masivo y colapso en el precio del petróleo y otras materias primas. Esto llevaría a la deflación de la deuda, una situación en la que el valor real de esta última se incrementa llevando a que los deudores dejen de pagar sus compromisos.
Hay también una reflexión sobre riesgos políticos y sus efectos sobre las economías, donde hay mucho para discutir. Según Rubini, la democracia se va a debilitar, estamos listos para que lleguen a gobernar políticos que, con una retórica populista, propondrán recetas inocuas como las restricciones al comercio y la expulsión de inmigrantes para superar la debilidad económica, el desempleo masivo y la desigualdad.
El tema de la geopolítica entre China y Estados Unidos es tratado por varios analistas recientemente. La preocupación es si ha llegado el momento para que sea China quien dirija el mundo. Para algunos, realmente el interés de China es que ninguna potencia se atraviese en su camino y en su juego diplomático más bien le interesa jugar la carta de la cooperación mundial (The economist). Para otros, el fin de la hegemonía estadounidense no está en juego ahora. Las victorias de propaganda de China se dan en países que no tienen real significancia económica. La mayoría del sistema internacional sigue bajo la férula de los Estados Unidos (Foreing Policy).
La perspectiva de Rubini es bien diferente. Se llegaría a una nueva guerra fría. China sería el líder de un grupo de países que no quieren una hegemonía de Estados Unidos, como Rusia, Irán, entre otros. Lo más grave es que China y Estados Unidos van a distanciarse en el comercio, tecnología, inversiones, datos y arreglos monetarios. En el largo plazo, serán dos bloques avanzando cada uno por su lado, una solución que será un lastre para la recuperación.
Ojalá Rubini se equivoque esta vez en su visión catastrofista. En ese último punto olvida que las elecciones en Estados Unidos pueden cambiar las cosas para retornar a una solución cooperativa. De la crisis pueden surgir cosas buenas como un nuevo orden internacional que permita superar el mal momento. Debería ser la enseñanza.