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Gotículas y aerosoles: cuidado con ambos

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Por Javier Sampedro

Parece una controversia cabalística sobre la dimensión de las cosas, pero puede condicionar nuestras vidas durante el próximo año, o quién sabe cuánto más. Se trata de la diferencia entre gotícula y aerosol, una mera cuestión de tamaño. Imagina un milímetro pintado en una regla, y ahora vuelve a imaginar que lo divides por mil. Eso es una micra. Un tipo que estornuda, tose o grita emite dos tipos de partículas, las de más de cien micras (las gotículas) y las de menos (los aerosoles). Esa mera diferencia de tamaño tiene unas implicaciones epidemiológicas asombrosas. Las gotículas caen al suelo en pocos segundos, y rara vez a más de dos metros. Los aerosoles permanecen flotando durante horas y se acumulan en los espacios cerrados y mal ventilados, listos para que los inhale cualquiera. De ahí vienen los eventos de supercontagio que están metiendo la marcha atrás a los deseos de los gobernantes.

La postura oficial de la Organización Mundial de la Salud resulta chocante. En julio admitió a regañadientes que la transmisión por aerosoles –también llamada “por aire”, sin mucha propiedad– podía tener un papel en la propagación de la covid, pero solo durante ciertos procedimientos médicos que producen esas gotas minúsculas, y tal vez en algunos clubs, restaurantes o iglesias donde la gente grita mucho.

Además, ya tenemos esos estudios, y dicen lo siguiente. Las personas contagiadas de SARS-CoV-2 exhalan muchísimos más aerosoles que gotículas. Esto no solo ocurre al toser y estornudar, sino incluso al hablar o respirar. Y no solo se refiere a la gente con signos evidentes de covid, sino a los muy numerosos pacientes asintomáticos que transmiten el virus sin siquiera saberlo. La consecuencia evidente es que resulta mucho más probable que una persona se infecte respirando aerosoles que siendo ‘escupido’ por gotículas.

Las implicaciones para la protección de la salud pública también son bastante obvias. Nos hemos estado centrando en la protección contra las gotículas. A ello se debe la regla común de distanciamiento a un metro y medio o dos, que es el modesto trayecto que pueden viajar esos gigantes del mundo microscópico. Todo eso está muy bien, y debe mantenerse.

Sin embargo, si la mayoría de los rebrotes que vivimos se basa en los minúsculos aerosoles que se acumulan en los espacios cerrados y mal ventilados, debemos concentrarnos en evitarlos, en trasladar toda la actividad posible al exterior, y en el resto de los casos mejorar los sistemas de ventilación para que hagan circular el aire. Así está el tema.

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