Ronda por Twitter, ya avanzada la tarde, para ver cómo progresa o retrocede este país. A los ojos saltan odios, mentiras, insultos y muy de vez en cuando, si estás de suerte, algún apunte de fino humor. Y unos pocos mensajes que valdrían la pena si la ortografía no fuera tan horrorosa. Líderes que no saben poner las tildes, ni las comas, no saben las reglas elementales de la gramática. El alcalde de Medellín no sabe escribir y con la plata que reparte en contratos no ha encontrado un comunicador que le lleve el Twitter y que sepa escribir (sujeto, verbo, complemento). Sindicatos de docentes y educadores con errores cada tres palabras. Líderes estudiantiles o federaciones de estudiantes que, por Dios, dónde estudian o qué han aprendido. Será que gastan más tiempo en marchas y plantones que leyendo. En la mesa de diálogo nacional planteemos unas pruebas para distinguir el “a ver” del “haber”; el “haya”, del “halla” y el “allá”. O el “tubo” que no “tuvo” la culpa. Quien pase la prueba, que se siente con el presidente (cuyo Twitter hace gala de buen cuidado ortográfico) para que le acepten su pliego de peticiones, con c