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Diego Aristizábal
Columnista

Diego Aristizábal

Publicado

Gratitud

Por Diego Aristizábal

desdeelcuarto@gmail.com

Por alguna extraña razón, hoy me dio por recordar una noche de mi adolescencia cuando recé, tal vez por última vez, “los mil jesuses”. Era un ambiente cálido con un puñado de familiares muy rezanderos que simplemente me invitaban a acompañar ese momento sagrado para ellos. Yo me uní por respeto y porque quería hacer feliz a mi madre, quien desde hacía años había dejado de obligarme a ir a misa y, creo yo, prefería orar por mí en silencio para que nada malo me pasara.

Los mil jesuses empezaron y yo me uní con respeto. Esa noche sentí una cosa muy extraña, cada 50 repeticiones de “Jesús, Jesús, Jesús...” yo no pediría ni daría gracias por todo lo que suelen pedir la mayoría: por la salud, la familia, los hijos, el trabajo y esas cosas que amamos y son necesarias para la existencia y la celebración de la vida, yo pediría por algo que, desde mi punto de vista, nadie contemplaba cuando oraba y me parecía absolutamente esencial para la felicidad.

Al llegar mi turno entonces empecé a pedir con un fervor profundo por las bibliotecas de la ciudad, para que lentamente en Medellín más personas se enamoraran de los libros, para que todos los seres humanos descubrieran pronto el amor por las historias. Lo hacía de verdad, con una convicción y un amor que hoy pueden parecer muy extraños, incluso para mí. Mi hermano me sonreía y aquellos familiares, con muchísimo respeto por mis peticiones, solo atinaban a decir: “Retírate satanás, conmigo no contarás, porque el día de la Santa Cruz diré mil veces...”.

No sé si desde entonces solo he tenido esa intención en la vida, no sé si ese día me consagré como un enfermo por los libros y, al estarlo, lo único que deseaba de manera humilde y sencilla era que todos se enfermaran de lo mismo para ver una ciudad distinta, enferma de la enfermedad más bella de todas: el amor por la lectura.

Durante años tuve una posición privilegiada, dirigí el proyecto cultural más importante que tiene Medellín: los Eventos del Libro. Alguien molestando me decía que yo era el “burgomaestre de la Ciudad de los Libros”. Hoy solo quiero agradecer estos años maravillosos, hoy solo siento gratitud por lo feliz que fui al despertarme y trabajar con un equipo extraordinario que me ayudó a soñar cómo hacer una Fiesta eterna y a creer que es posible vivir en una ciudad que lentamente respira libros. Hoy me siento feliz y afortunado, solo quiero que la Fiesta sea larga y maravillosa para que siga atrayendo más incautos

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