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Querido Gabriel,
¿Cómo opinar sobre una situación que jamás podremos vivir? Todo lo que diga un hombre sobre la despenalización del aborto será una lejana aproximación a hechos que ni siquiera la empatía más profunda nos permitirá comprender cabalmente. Aun así, te propongo conversar sobre la sentencia reciente de nuestra Corte Constitucional. Usemos la imaginación moral para hablar de algo que muchos celebran, otros cuestionan y a algunos, incluso, indigna. Invitemos, por ejemplo, a la admirada magistrada Diana Fajardo a que nos ilustre sobre esta decisión histórica.
La filósofa Judith Jarvis Thompson, en su ensayo Una defensa del aborto, propuso el siguiente experimento mental: “Usted se levanta por la mañana y se encuentra de espaldas en la cama con un violinista inconsciente. Un famoso violinista a quien le descubrieron una enfermedad renal grave. La Sociedad de Amigos de la Música, que ha examinado todos los registros médicos disponibles, descubrió que solo usted tiene el tipo de sangre adecuado para ayudar. Por lo tanto, lo han secuestrado y, durante la noche, conectaron el sistema circulatorio del violinista al suyo, de tal manera que sus riñones puedan usarse para extraer venenos de su sangre y de la suya... Desenchufarlo sería matarlo. Pero no importa, es solo por nueve meses. Para entonces se habrá recuperado de su dolencia y podrá desconectarse de usted de forma segura”. Luego pregunta: “¿Es moralmente obligatorio someterse a esta situación? No hay duda de que sería muy amable de su parte hacerlo, un gran acto de bondad. ¿Pero tiene que acceder?”.
Tener un hijo es una decisión personal, intransferible y para toda la vida. Por eso, es un gran avance reafirmar el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y su proyecto vital. La Corte abordó no solo el difícil asunto bioético, sino que afrontó con coraje los problemas sociales y de salud derivados de la penalización del aborto. Por un lado, cuida de miles de mujeres, sobre todo las más vulnerables, que tienen inmensos riesgos y sufrimientos con los abortos ilegales; por otro lado, busca frenar la replicación de la pobreza y los proyectos de vida frustrados por muchos de los embarazos no deseados.
Planteémonos, en todo caso, algunas preguntas y tengamos varias conversaciones, el asunto necesita reflexión, la sociedad colombiana tendrá que asimilarlo. ¿Cómo haremos para lograr una mejor educación sexual que promueva decisiones informadas, compasivas y conscientes? ¿Cómo se manejará la cercanía al límite de las veinticuatro semanas, cuestionado por médicos que afirman que el momento de viabilidad fetal está cerca de las catorce semanas? ¿Por qué este mismo umbral no se aplicó para los casos de violación?
Como en todo cambio social, para garantizar el acceso a este derecho, independientemente de nuestras creencias personales, habrá que complementar el “publíquese y cúmplase” con un buen “explíquese” y ojalá un profundo “compréndase”, especialmente si queremos que una norma, producto de las mejores intenciones, no se incumpla sistemáticamente en nuestros recovecos legales o se estrelle contra las barreras culturales de una de las sociedades aún más machistas y legalistas del mundo
