Por Ricardo Velásquez R.
ricardo.velasquezr@upb.edu.co
A lo lejos puedo ver a mi abuela en su silla de ruedas junto a mis dos tías. Desde mi balcón alcanzo a observar su mano meneándose de un lado a otro para saludarme, mientras con la otra mano se tapaba el fuerte sol de las 10 de la mañana. Mis tías aprovecharon para sacarla un rato a “recibir vitamina D” y aprovecharon el momento para llamarme y decirme que me asomara al balcón para ver a mi abuela. La mitad de mi vida la he vivido con ella y para mí es una figura tan importante como mis padres.
Ahora no vivo con ella, vivo unos cuantos bloques más alejado en la misma unidad. Eso sí, nunca había dejado de visitarla, hasta ahora. La crisis sanitaria que se vive a causa de la pandemia solo me permite verla a lo lejos desde mi balcón o a través del ventanal de su pieza cuando me acerco a su apartamento. No poder entrar, verla y que ella me vea, abrazarla y darle un beso en la frente como solía hacerlo es realmente triste.
Podríamos preguntarnos: ¿Por qué a mí? ¿Por qué a nosotros? ¿Justo ahora? Y luego decir que es injusto. Pero si nos fijamos bien, no hemos sido los únicos. Muchos tuvieron que sufrir del contagio a gran escala de una grave enfermedad con mucho menos recursos para sobrevivir, pues en 1347, cuando se propagó la peste bubónica, no existía la tecnología de hoy. Otros tuvieron que sufrir una Guerra Mundial, y varios de ellos, dos. No somos los únicos.
Estamos en un momento histórico, y debemos estar a la altura. Lo que toca hoy es ser fuertes y resilientes y sacarle provecho a esta situación. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero, en lo personal, no encuentro otra manera de salir adelante en esta situación. No se trata de ser positivos todo el tiempo, lo cual me parece casi imposible y poco saludable. Enojémonos, lamentémonos y lloremos, pero después, sequémonos las lágrimas, agradezcamos por lo mucho o poco que nos queda y hagámosle frente a la situación. Ayudémonos y ayudemos a los demás, cuidémonos y cuidemos a los demás.