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¿Hay alguien capaz de controlar bello?

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

En medio de la pandemia, con los controles que se supone genera el aislamiento preventivo, que ya lleva casi tres meses, el municipio de Bello sigue azotado por el hampa. Solo esta semana se dieron homicidios constantes entre miércoles y viernes. “¿Por qué mataron a pareja de Bello?”. “Una hora de violencia en Bello”. Dos titulares del diario Q’hubo, para corroborar la epidemia de homicidios que ocurre allí desde 2019.

Ni la Policía Metropolitana ni la Alcaldía Municipal han sido capaces de dar resultados alentadores contra la acción de las bandas delincuenciales en ese territorio donde los criminales hacen y deshacen. Por personas que tienen familiares en esta localidad, se sabe de enfrentamientos con fusiles y subametralladoras en algunas vías centrales. Por eso la pregunta: ¿habrá alguien, alguna autoridad capaz de poner orden en Bello? Lo que ocurre es un reto para el Estado. No solo en términos policiales, de manejo del orden público, sino también de atención social y de una reingeniería institucional y cultural que permita en el largo plazo desactivar una delincuencia y una violencia ya endémicas.

Los últimos 30 años he visto saltar en las primeras páginas de los diarios locales titulares de todo tipo sobre los fenómenos de criminalidad que allí se dan. De primera mano, conocí incluso historias de adultas mayores convertidas en esclavas sexuales de las bandas que operan en los barrios más vulnerables. Una vergüenza. Una tristeza. Una decepción ante la inoperancia de la administración pública.

Señor presidente Iván Duque, gobiernos departamental y bellanita, pónganse los pantalones y enfrenten con decisión a unos criminales que azotan de punta a punta a los habitantes de Bello. Comerciantes fusilados por no pagar extorsiones. Empresas y emprendimientos cerrados debido a la presión de los combos.

Se trata de un municipio con más de 800 mil habitantes. Una ciudad que es eje del paso de la troncal a la Costa Atlántica. De hecho, algunas de sus bandas criminales tienen grupos en Santa Rosa de Osos, Yarumal e Ituango. Controlan buena parte del tráfico de cocaína desde el Nudo de Paramillo. Son clanes mafiosos que someten a los ciudadanos y nadie ve ni hace nada.

Los habitantes de Bello, y el comercio formal (e incluso el informal), quieren sacudirse de este régimen de tropelías y abusos. Zonas como Pachelly y Niquía son santuarios de pillos que se pasean como amos y señores de la comunidad.

Es tiempo de que en Bello termine este reinado delincuencial que nos avergüenza a todos, por su extendida duración y pervivencia. Allí el Estado debe hacer su trabajo. Ya.

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