Muchos de nosotros seguimos en cuarentena voluntaria. Queremos cuidarnos y cuidar a los demás y por ello buscamos salir con las estrictas medidas sanitarias y solo para lo necesario. Mientras permanecemos en casa, un plan muy adecuado para este tiempo puede ser ver buenas películas, entretenidas y que nos enseñen algo. Por eso recomiendo estas dos historias basadas en la vida real:
Por un lado está la película inglesa “Un reino unido” del año 2016 y dirigida por Amma Asante. Seretse Khama es el heredero del trono del protectorado británico de Bechuanalandia, (hoy República de Botsuana, África) y viaja a Reino Unido para estudiar leyes en la universidad de Oxford. Allí conoce a Ruth Williams, una mujer británica de piel blanca de quien se enamora. Ellos contraen matrimonio en 1948, justo cuando en Sudáfrica, la vecina nación de Bechuanalandia, fue normalizado el Apartheid. En este contexto la pareja viaja a la tierra natal de Seretse, donde deciden radicarse. Pero esta unión generó fuertes rechazos en sus respectivas familias, así como un conflicto diplomático y una alta tensión con la vecina nación, lo que traería duras consecuencias para la vida de ambos. La película tiene una bellísima fotografía que destaca los paisajes de la África meridional. Además muestra cómo, aunque el amor no es color de rosa, sí puede vencer fuertes patrones culturales muy negativos como son la discriminación racial, la xenofobia y el resentimiento.
También vi recientemente la película “Maudie, los colores de la vida”. Es la historia de Maud Lewis, una pintora canadiense que, reconozco, desconocía hasta que la vi. Dirigida por Aisling Walsh, cuenta la historia de Maudie, una mujer de unos 30 años que padece de una artritis reumatoide que le hace perder movilidad. Ella pierde a sus padres y su hermano la deja a cargo de una tía. Buscando una mayor independencia, Maudie entra a trabajar como empleada doméstica en la casa de Everett Lewis, un pescador soltero. En sus ratos libres esta mujer se dedica a pintar los muros y paredes de la sencilla casa de Everett, una afición que tenía desde pequeña. Poco a poco las personas de su entorno se dan cuenta del gran talento y buen gusto de Maudie. Ella comienza vendiendo por bajo precio postales y pinturas muy alegres y coloridas hasta que sus obras llegan a Nueva York. Uno de sus clientes es el presidente de Estados Unidos Richard Nixon. Ella se convierte así en una de las artistas folclóricas más conocidas en Canadá. Pese a que la película cuenta una historia de superación personal, no lo hace en un tono triunfalista y las escenas nunca salen del entorno en que ella vivió. Esta producción nos muestra cómo ni las limitaciones físicas ni los dramas personales son obstáculo para desplegar el talento innato y cómo la vida de Maud Lewis, que parecía condenada a la amargura, se llena de color y sentido con el arte de pintar.
Verlas con buena compañía y al calor del hogar puede ser una buena manera de pasar el tiempo y a la vez de elevar nuestro espíritu con estas edificantes historias.