Por david e. santos gómez
Lo más lógico en estos momentos de angustia es que la ciudadanía se vuelque a exigirle al Estado una actuación contundente. Que en grupo todos le pidamos a los bancos, con justicia, que paren un momento el ciclo insoportable de los cobros y los intereses, y a los empresarios que detengan los despidos y no destruyan contratos. Que se frene el ritmo de los más poderosos. Y algunos de ellos responden. Se han dado pasos importantes porque todos sabemos que el golpe es demasiado duro y será aún peor.
Pero desde arriba de la pirámide también se ha pedido responsabilidad y el ruego, sencillo, es que la gente se quede en casa. Los ejemplos de China primero y Europa después demostraron que el aislamiento es efectivo ante la pandemia y por ahora la forma más eficaz de ganar tiempo para que los servicios de salud no colapsen. Esas súplicas, desde atriles presidenciales, son desoídas con comportamientos que -a estas alturas de la crisis- más que irresponsables son delictivos.
Hasta los últimos días de la semana pasada las playas de Florida, en Estados Unidos, se veían al tope de personas que prefirieron la fiesta al compromiso. En Argentina, ante el anuncio de un confinamiento voluntario, las carreteras que llevan a la costa se llenaron de autos que festejaban el asueto (ante tal insulto, el jueves el presidente Alberto Fernandez ordenó la cuarentena obligatoria por 11 días). En Bogotá muchos capitalinos decidieron ir de turismo a Melgar o Girardot y en Medellín se alinearon enormes filas de vergüenza hacia los pueblos de Occidente. Incluso Italia, desbordada de cuerpos que no pueden ser sepultados por la dimensión de la catástrofe, tuvo que recibir un jalón de orejas por parte de asesores chinos que no entienden cómo la gente viola la cuarentena aún cuando la muerte merodea de cerca.
Es una inconsciencia colectiva. El individualismo en la época de una catástrofe global. Muchos de aquellos que se mueven irresponsables por las vías del mundo con balones inflables y sombrillas de sol y motos acuáticas y gafas oscuras, son los que exigen que todas las ayudas tienen que ir hasta ellos. Es posible que en medio de tanta tragedia y tanta desgracia flotando, el aprendizaje llegue al ver en los irresponsables las actitudes que nunca quisiéramos en nosotros .