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P. Hernando Uribe
Columnista

P. Hernando Uribe

Publicado

La Biblia

Por hernando uribe c., OCD*

hernandouribe@une.net.co

La Biblia no es un libro de ciencia, no está hecho para informar de nada. Es un libro de fe para la fe, cuenta cómo acontece Dios en el hombre y en la creación. Y como Dios no se parece a nadie ni a nada, el lenguaje que habla de Dios debe ser leído con mentalidad diferente.

La Biblia es el libro más importante de la humanidad, y fue escrito por distintos autores durante varios siglos antes de Cristo, el Antiguo Testamento, y durante un siglo después de Cristo, el Nuevo Testamento.

Como el acontecer de Dios culmina en la encarnación y resurrección de Cristo, el contenido de la Biblia tiene más relación con el futuro que con el pasado y el presente, pues Dios es novedad continua, y así, el buen lector sabe que ese libro es un excelente tratado de esperanza, de escatología.

Aprender a leer la Biblia es arte consumado. Baltasar Gracián escribió: “¿Qué importa que el entendimiento se adelante si el corazón se queda?” Si miramos bien, vivimos con el corazón quedado. Y la afirmación de El Principito: “Sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”, nos abre un horizonte de sorpresas innumerables, que nos lleva de asombro en asombro por su continua grandeza y novedad.

Una obra de arte es tanto más perfecta cuantas más interpretaciones igualmente aceptables admite. Eso pasa con la Biblia, en que cada lector encuentra un mensaje apropiado según su disposición. Cuanto más pasa el tiempo, más actual es este libro. Su mentalidad sapiencial lleva al lector del siglo XXI de sorpresa en sorpresa mostrándole el camino que tiene por recorrer.

La Biblia no es propiamente palabra de Dios. Es palabra humana que habla de palabra de Dios, pues si Dios hablara como un hombre, sería hombre y no Dios. Los escritores bíblicos escucharon a Dios, que se les revelaba sin ruido de palabras, lenguaje inefable que ellos tradujeron a lenguaje humano.

“Revelación quiere decir todo el hablar y obrar de Dios con los hombres, quiere decir una realidad, de que la Escritura da noticia, pero que no es simplemente ella misma. La revelación trasciende a la Escritura en la misma medida que la realidad trasciende de la noticia de sí misma” (Ratzinger).

Todo hombre es sujeto de revelación, pues Dios vive revelándose a cada uno. De cada uno depende el disponerse para percibir y acoger al que se le revela. El buen lector ve en la Biblia el medio más apropiado para disponerse a vivir el acontecimiento de la revelación.

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