A mí me alegra lo que está pasando con la Biblioteca Pública Piloto (BPP); desde luego, no el fallido nombramiento y el manoseo por parte del alcalde de turno, me gusta que a raíz de esto la Biblioteca es noticia y hoy muchas personas tienen los ojos puestos en ella. Me gusta cuando un museo, una biblioteca, una orquesta llaman la atención de los medios de comunicación y de la gente, porque de estos espacios hay que hablar siempre, no solo porque hay un escándalo. La cultura es vulnerable, una forma de protegerla es haciéndola visible.
Me gusta lo que está pasando con la BPP porque ha quedado clarísimo lo mucho que queremos esta biblioteca, y por eso nos preocupa su presente y su futuro. Los procesos culturales son muy frágiles, y si cuentan con la desgracia de ser dirigidos por personas sin criterio, que desconocen el valor patrimonial y cotidiano, pues fácilmente retrocedemos tantos años que nunca vamos a poder ver cambios significativos en nuestra ciudad.
Desde hace un tiempo, en diversos espacios, he hecho una pregunta muy sencilla: ¿Cuándo fue la última vez que fue a una biblioteca, no a hacer una tarea o una consulta, sino por puro placer? La respuesta, hasta para los mismos indagados, es sorprendente. Muchos se dan cuenta de que no han vuelto desde que estaban en el colegio o en la universidad, y los años han pasado con rapidez. Sea la respuesta que sea, no hay que sentirse mal; lastimosamente, nuestra cultura nos ha llevado a creer que sitios así son solo para hacer una tarea, para resolver algo, no siempre se regresa por placer. Esto me hace pensar que aún nos falta muchísimo en apropiación de estos espacios culturales, y este es un buen momento para replantear esa costumbre. Las polémicas deben servir para llenar de más significado lo querido y para que otros empiecen a querer lo que hasta el momento desconocían.
A las bibliotecas, a los museos hay que ir siempre, con constancia, así como vamos a cine, a un partido de fútbol o a mercar. Si como ciudadanos cada vez más vamos a estos espacios a permitirnos el asombro, sencillamente quienes estén encargados de ellos tendrán que responder a las inquietudes y a las curiosidades de los usuarios. Si no vamos, o vamos muy poco, estos espacios se verán siempre amenazados y pueden desaparecer. Y que se cierre cualquiera de ellos es un retroceso terrible para el desarrollo de una sociedad.
El otro año, 2022, la BPP cumple 70 años, un buen regalo anticipado es que tenga desde ya alguien idóneo que la dirija, no el error que fue nombrado. La cultura debe superar a los malos gobernantes; los ciudadanos somos los llamados a cuidar las instituciones, los buenos procesos, los sueños que aún tenemos pendientes en Medellín