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Adriana Correa Velásquez
Columnista

Adriana Correa Velásquez

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La ciencia de trabajar menos (horas)

Por Adriana Correa Velásquez - adrianacorreav@atajosmentales.com

Después de la pandemia muchos no quisimos volver a la oficina, o por lo menos, no tantas veces, ni de la misma manera. Preguntarnos por el uso del tiempo y las horas que entregamos a un trabajo, fue una reflexión que de pronto pareció universal. En 2022 más de 50 millones de norteamericanos renunciaron a sus empleos, unos cuantos millones más de los que lo habían hecho en 2021. Las cifras fueron históricas. Las más altas en las últimas dos décadas. Al fenómeno le pusieron nombre: La gran renuncia. Y si bien todos esos millones que se fugaron no lo hicieron necesariamente para irse a casa, sí lo hicieron para mejorar sus condiciones, obtener un mejor salario o para mantener los beneficios de una posición remota y flexible. El fenómeno lo recoge la Encuesta de ofertas de empleo y rotación laboral de Estados Unidos, JOLTS, por sus siglas en inglés.

¿Pero acaso el trabajo podría cambiar? ¿Podríamos aspirar a mejores horarios, más límites, más permisos y mejores jefes? La historia, aunque lentamente, parece probar que sí. La semana laboral hasta hace apenas unas décadas era de 60 horas. En Colombia es de 48 y está en transición hacia una de 42 horas. En Estados Unidos, Nueva Zelanda, Corea del Sur o Suecia, entre otros, trabajan 40 horas. Los franceses ya tienen semanas de 35. Y muchas empresas no han esperado a que las normas sean modificadas, han impulsado jornadas audaces de cinco horas o menos, basándose no tanto en su deseo como empleadores sino en las estadísticas y en el hecho irrefutable de que nuestra capacidad de concentración está lejos de ser de ocho horas. En 2020 varios medios de comunicación, entre ellos The Economist, publicaron los resultados de una investigación realizada en el Reino Unido que encontró que nuestro tiempo productivo no era más que de 2,53 minutos por día. Otros estudios más optimistas decían que éramos productivos cuatro horas. El resto del tiempo lo empleamos revisando redes sociales, viendo noticias, cotorreando con compañeros, preparando tintos, embelesados en WhatsApp, comiendo... o buscando un nuevo empleo. También es cierto que cuando nos preguntan cuánto trabajamos, solemos exagerar. En la Universidad de Maryland encontraron que las personas que afirmaban estar trabajando entre 60-69 horas por semana, en realidad trabajaban 52, y quienes afirmaron trabajar 70, 80, 90 horas, trabajaron 60.

Una avalancha de descontento que está retando a las oficinas de talento humano, empujándolas a actualizar sus políticas de retención y a reimaginar las formas de trabajo para contener todo este mareo laboral que parece ser el indicador de una época de profundos cambios, una especie de “antiambición” impulsada tanto por las nuevas generaciones como por los más curtidos, que de pronto nos dejamos de sentir identificados con la vieja premisa de que el empleo suponía nuestra realización personal

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