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“La Donna Docta” fue como llegó a conocerse Cecilia Gallerani, la amante del Duque de Milán Ludovico Sforza, y una de las mujeres retratadas por Leonardo Da Vinci. Ludovico el Moro comisionó el retrato en 1490. Da Vinci, de 38 años, era considerado uno de los maestros más importantes de toda Italia. Además de la fama por su talento, llamaban la atención su aspecto enigmático y personalidad de genio, retraído, pero con una curiosidad desbordada que lo llevó a dominar desde la ingeniería hasta el arte. Científico y humanista Leonardo hoy sigue siendo el hombre que representa la búsqueda del conocimiento. El amor por la búsqueda infinita del saber desde los secretos de la naturaleza, hasta aquello que es capaz de crear la pujanza del hombre.
Leonardo no fue el artista que más creaciones dejó. Su legado no se refleja tanto en el número de obras que realizó, como en su calidad. Cada obra de Leonardo a hoy sigue llena de misterio, dejando innumerables preguntas sin contestar y generando ardientes debates. Pero obras como el retrato de Cecilia no dejan al espectador sin asombro. Como sus otras, incluida la propia Mona Lisa y La última cena, Leonardo se tardó más de lo esperado. Tanto que mientras pintaba a Cecilia, esta quedaba embarazada de su amante. El embarazo progresó y Leonardo tuvo que terminar el cuadro de memoria. Cuando estuvo listo ya Ludovico el Moro estaba por contraer matrimonio con Beatriz De Este. Un matrimonio que le haría todavía más poderoso e influyente, pero que significaba el fin de su relación con Cecilia.
Cecilia tuvo a su hijo en un palacio no lejano a la corte, pero cortó todos los lazos con Ludovico. Sin embargo antes de irse forjó una amistad con la cuñada de su amante, Isabela de Este. El lazo entre las dos fue tan sólido que Isabela se quedó con el retrato de Cecilia cuando Leonardo lo terminó y la recién casada Beatriz quiso sacar de su vista todo lo que le recordase a las antiguas amantes de su marido. Mientras, Cecilia se casó con el conde de Bergamino y tuvo una vida espléndida. Una mujer inteligente, llena de vida, alegre, a quien todos admiraban y reconocían por su nivel de cultura. De allí el apodo: la Dama Docta.
El retrato que pintó Leonardo refleja ese misterio. Esa cualidad indescifrable de las mujeres complejas e inteligentes. El retrato de Cecilia cautiva porque supera por mucho la simple búsqueda de la belleza, de la sensualidad. El cuadro comparte las características formales de otros cuadros de Leonardo. El color, las curvas de la composición y el uso del claroscuro para darle volumen a las figuras, pero quizás una de las más relevantes es el fondo negro que hace resaltar la piel blanca de Cecilia, que con un hurón en los brazos mira fijo y con muchísima intensidad hacia un punto ciego a la derecha del cuadro. Esto genera un desbalance en la composición. Otro aspecto a resaltar es la mano derecha de Cecilia. Una mano que no concuerda con su cara. Una mano de dedos alargados, fuerte, casi masculina. Una mano que de Cecilia parece de Leonardo. Con esta fusión misteriosa entre pintor y retratada quedamos como espectadores prendados e intrigados por la obra de Leonardo.
El cuadro nunca llegó a estar en manos de Cecilia. Durante tres siglos su paradero fue un misterio, hasta que en 1801 apareció en la colección del príncipe polaco Czartoryski en Roma. La familia Czartoryski lo tuvo hasta que fue confiscado por la Gestapo y terminó en la que iba a ser la colección de Hitler. Sería hasta 1991 que fue restituido a los Czartoryski.
El retrato de Cecilia es el registro de un hombre que cuando pintó mujeres miró más allá de la sensualidad y la pureza. Pintó seres complejos y llenos de misterio. En el arte hay también un espejo para la liberación de la mujer, para vernos en esa mirada misteriosa en la que todas podríamos convertirnos en una donna docta.
